Reseña de «Los invertidos y otras obras», de José González Castillo (Ediciones ryr, 2011)
por Rubén Sacchi (escritor, director de cine y fotógrafo. Director de la revista cultural Lilith).
Recorriendo el barrio de Boedo uno puede tropezarse con decenas de íconos que nos recuerdan a personajes fundamentales de nuestra cultura. La más conocida es la esquina de San Juan y Boedo, donde se emplaza un bar fundado en 1927, hoy bautizado Homero Manzi. En diagonal a esa esquina, el paseante encontrará a otro homenajeado: José González Castillo y quizás se interrogue acerca de esta figura.
Quienes gustamos del teatro y admiramos las obras comprometidas con su tiempo, conocemos muy bien a este anarquista rosarino que, en su corta vida (1885-1937), produjo una buena cantidad de obras teatrales y guiones de cine.
Si bien lograron, en su tiempo, una importante audiencia, quizás la que más trascendió hasta nuestros días fue Los invertidos. En ella, González Castillo aborda un tema difícil, aún en nuestros días: la homosexualidad, pero la enfoca desde la hipocresía y el prejuicio social. La obra, representada en el Teatro Nacional, fue prohibida por el Intendente Anchorena y tildada de inmoral. El autor, defendiendo el derecho de exhibición -al mejor estilo que Raúl Barón Biza lo hizo con su libro El derecho de matar- argumenta por el absurdo, teniendo en cuenta su ideología libertaria. Aludiendo al número creciente de homosexuales censados diría: “…entraña una amenaza gravísima y un peligro constante para la salud moral y física de nuestra sociedad”, para agregar: “Evitar el peligro, combatiendo el nefasto y repugnante vicio (…) es hacer obra buena y moralizadora (…) Eso es lo que se ha pretendido hacer (…) en los límites reducidos de la obra…”.
Acompañan el volumen, El mayor prejuicio, El hijo de Agar y La mujer de Ulises, tres piezas que, aunque menos difundidas, se ocupan de temas que hacen también a las actitudes de una sociedad de falsas apariencias, que tanto puede mantener una vida disipada que no se sostiene en llo económico o arrojar a la ignominia a un pobre niño, nacido de una relación extra matrimonial.
Los personajes son recurrentes: hay militares, doctores, curas y abogados, todos representando un poder y una moral: los de la burguesía. Las historias pueden, mediante pequeñas adaptaciones, leerse con sorprendente actualidad y, si bien han cambiado algunas cosas, en lo fundamental las relaciones de dominación se mantienen intactas.