Entrevista a Juan Kornblihtt sobre su libro «Critica del marxismo liberal. Competencia y monopolio en el capitalismo argentino», Buenos Aires Económico, 22/11/2009
Juan Komblihtt, docente de Historia Argentina de la UBA y miembro del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS), no le teme a al análisis de importantes conceptos de izquierda que gozan de alta popularidad y que parecen instalados como verdades intocables. En diálogo con Buenos Aires Económico, explica las conclusiones que obtuvo durante la elaboración de «Crítica del marxismo liberal. Competencia y monopolio en el capitalismo argentino«, su nuevo libro.
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Se da por descontado que Argentina es un país capitalista. No obstante, la investigación que dio origen a su libro surgió, según narra en el mismo, sobre la pregunta de si hay o no capitalismo ¿Por qué?
En realidad es una pregunta muy general pero que apunta a una segunda cuestión más específica que me parece más importante y que es sobre el grado de desarrollo de capitalismo que hay en Argentina. Y casi todos los historiadores, y, a partir de ellos, los economistas actuales, piensan en la idea de que en la Argentina falta capitalismo. Tanto las teorías desarrollistas como las dependentistas, e incluso muchos marxistas de diferentes corrientes, parten de la idea de que en Argentina falta más capitalismo. Y lo que el libro trata de demostrar es que en Argentina hay un pleno desarrollo del capitalismo y que éste genera un país más pobre que los comúnmente llamados «desarrollados». Si uno plantea el problema como subdesarrollo o como dependencia comienza a preguntarse cuan subdesarrollado está, qué está subdesarrollado, y empieza a buscar anomalías: que el Estado interviene poco, que los imperialismos no nos dejan desarrollarnos, que la burguesía argentina no es seria y que hay que construir una que sí lo sea. Entonces, siempre se buscan excusas para los problemas de la crisis argentina. Y en realidad, lo que el libro trata de demostrar, con análisis conceptual e histórico, es que el capitalismo argentino se desarrolló como todos los capitalismos en el mundo, pero que el desarrollo por la competencia mundial permite que algunos triunfen y otros no. Y en Argentina, los capitales nacionales pudieron triunfar en algunas ramas, pocas, y en la mayor parte fracasaron. Eso explica los problemas y no la falta de capitalismo.
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¿Por qué decidió centrar la investigación en los casos particulares de Molinos Río de la Plata y Siderca?
Uno de los objetivos fundamentales del libro es discutir que la etapa histórica que empieza en el siglo XX no es una etapa del capital monopolista, o sea, dominada por los monopolios. En la tradición marxista, pero luego retomada por muchas otras corrientes, se asume que en el siglo XX no funciona la competencia como ocurría antes y que ahora, por la intervención del Estado y por la magnitud de los capitales, hay una regulación del mercado en la cual ya no rige la competencia por precios ni la productividad sino el poder político y económico, sobre todo el primero asociado al segundo. Entonces, una de las explicaciones de la pobreza en Argentina, de por qué Argentina no es Estados Unidos, tiene que ver con que actúan monopolios e imperialismos que impiden el desarrollo argentino. Yo elegí dos casos en las cuales esto parecía evidente. En el de Molinos Río de la Plata, aunque tiene muchos productos, enfocó en su producción de harina de 1870 a 1920, dado que esta empresa tenía un peso muy grande en el mercado. A la vez tomo de la segunda mitad del siglo XX a Siderca, que produce tubos sin costura y que, a diferencia de Molinos, tiene un control del 100% por ciento del mercado.
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¿Y qué descubrió?
Hice un análisis histórico y encontré que la teoría falla: que los capitales más concentrados, aquellos que aparecen como monopolios, siguen compitiendo, ya sea interna o externamente. Muestro a partir de una fuente muy rica, como son las actas del Congreso, que en 1919 el Partido Socialista arma una comisión antitrust e intenta probar que los problemas del capitalismo son por los monopolios, o sea, por la falta de competencia, y no por el capitalismo en sí. Sin embargo, cuando empiezan a entrevistar a todos los compradores de harina y demás, se encuentran con que sí hay competencia y se produce, así, una contradicción lógica: la competencia, teóricamente, es buena y, sin embargo, los resultados no lo son. En el caso de Siderca es muy interesante porque no sólo es uno de los capitales más concentrados de Argentina sino que tiene un peso político muy importante: es una burguesía de origen italiano que se radica en Argentina y toma al Estado y al mercado argentino como base de acumulación y que, desde el Estado argentino, se proyecta al mundo. Siderca es del Grupo Techint, que apoyó a todos los gobiernos y, en particular, a la última dictadura.
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Justamente cuenta en su obra que la expansión de Siderca en el mercado internacional se da en 1977.
Sí, pero las grandes inversiones empiezan a implementarse antes, a partir del gobierno de Cámpora. Una de las cuestiones que se desprenden es la continuidad que hay en la economía argentina entre el período previo al ’75 y el posterior. Porque, en general, se ha hecho todo una historiografía de una ruptura muy fuerte en la cual antes del 75 había un interés común entre trabajadores e industriales y después de ese año triunfan los sectores no industriales. Por el contrario, los que triunfan en el 75 y en el 76, durante la dictadura, son industriales. Y son también parte de la burguesía nacional No es que ésta fue derrotada por la dictadura sino que las fracciones más débiles se funden por la crisis, pero los sectores que apoyan el golpe son las fracciones más concentradas de la burguesía nacional.
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No obstante, para una teoría bastante aceptada en la centroizquierda habría ocurrido una ruptura en el 75 que acabó con el modelo de bienestar que habría empezado con el primer gobierno de Perón.
Sí, pero esa centroizquierda se para supuestamente en el lugar de los trabajadores cuando su posición es de defensa de los capitales más chicos, que son fundidos por la propia competencia capitalista. El capitalista más chico, cuando se funde, no lo puede asumir como consecuencia de las leyes del capital: lo presenta como una situación irregular o antinatural. Él se pregunta: «Si yo hago todo bien, contrato obreros y tengo mi maquinaria, ¿por qué me fundo? tiene que haber algo raro como la corrupción o los privilegios del Estado». Siempre es algo anómalo. Pero hay que tener en cuenta que la esencia del capital chico y el grande es la misma: la explotación del trabajo. La idea de que el chico es más solidario con los obreros y que el grande es peor, es falsa. Ambos juegan a lo mismo pero en cada crisis -se vio en el 75, en el 2001 y ahora- los más chicos quiebran. Y se produce un proceso de concentración y centralización en el cual hay menos capitales pero más poderosos. Pero eso es parte de la misma dinámica entre los chicos y los grandes, sólo que es una pelea entre ellos. Ponerse de un lado o del otro es creer que se trata de distribución de la riqueza cuando, en verdad, consiste en quién explota a los obreros.
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Son varios los historiadores y politólogos que aseguran que luego del primer gobierno de Perón, enmarcado en el sistema capitalista, los asalariados llegaron a percibir un 50 por ciento de los ingresos. ¿Cómo lo explica?
Pero ahí el problema principal es la distribución del ingreso. Este concepto es engañoso porque no es que hay un excedente que después es distribuido según el gobierno o según la lucha de clases. En realidad, hay una unidad entre la producción de la riqueza y la forma en que se distribuye. Es decir, la fórmula con la cual se produce la riqueza en el capitalismo es la explotación de los trabajadores. Hay momentos particulares en la historia argentina en los cuales la clase obrera puede obtener victorias y, al mismo tiempo, la burguesía, frente a los trabajadores, dar concesiones sin reprimir. Pero corresponde a períodos muy acotados de la historia, en los cuales el producto agrario es muy grande debido a un contexto internacional que favorece a la Argentina.
Cuando uno analiza el peronismo tiene que tener en cuenta que hay un alza de la lucha de clases que viene de la década del ’30 pero en un contexto en el cual la burguesía puede responder a ese crecimiento porque tiene un período favorable luego de la Segunda Guerra Mundial, en el cual Argentina se convierte en el único proveedor de carnes en el mercado mundial. Hay, en ese entonces, un pequeño margen para que el peronismo pudiera construir una alianza de clases entre fracciones de la burguesía más débil y la clase obrera.