Una clase miserable y putrefacta, subordinada al capital
La monarquía es una forma de gobierno milenaria.
22.04.2012 |
La clase social que encabeza sus destinos, la nobleza, resistió crisis, guerras y revoluciones por decenas de siglos. Pero no le ha resultado una tarea sencilla, y en numerosas coyunturas debió acomodarse, forzada por las circunstancias. De perseguir cristianos, a representar al mismísimo Dios en la Tierra. De “reformistas” a enemigos acérrimos de las burguesías revolucionarias. Y, de allí, a subordinados de los intereses del capital. El caso de la dinastía que aún hoy se sostiene en España (Borbones) da cuenta de los esfuerzos de los monarcas por aferrarse a lujos y privilegios. A mediados del siglo XVIII, frente al avance de Inglaterra y Francia, intentaron defenderse “reformando” el sistema que encabezaban, el feudalismo. Pero las tibias reformas no alcanzaron para llevar a una Nación atrasada al nivel de sus competidoras, que atravesaban ya un proceso de desarrollo capitalista acelerado, fruto de las revoluciones que destruyeron los cimientos del viejo orden en decadencia.
No es casual que el actual representante, el rey Juan Carlos I de Borbón, haya nacido en el exilio italiano, alejado del proceso revolucionario que vivía España en la década de 1930: a principios de 1938, mientras que el pequeño Juanito era bautizado por monseñor Eugenio Pacelli (pocos años se convertiría en el Pío XII, el “Papa de Hitler”), los obreros resistían la ofensiva franquista que asediaba Teruel por tierra y bombardeaba Barcelona desde el aire.
Casi tres décadas después, Francisco Franco designaba a Juan Carlos I como sucesor, quien juró defender los principios del Movimiento Nacional. Desde aquellos años en que se erigió en heredera del fascismo, la monarquía se convirtió en una fiel guardiana de los intereses burgueses. Quien hoy desee combatir a esa clase miserable y putrefacta no debe distraerse con lo grotesco de sus acciones, sino disputarle el poder a su verdadero amo.