Según un estudio, en Argentina aumentaron y proveen a la industria papelera; en Brasil duermen en los centros de acopio, y en México son los primeros recicladores. Un modo que se repite en América Latina.
17/05/2014
El fenómeno de los cartoneros en la Argentina, tal como se lo conoce hoy en día, nació en la década de 1980, se profundizó durante los 90 y tuvo su mayor explosión a partir de 2001, a raíz del estallido social, político y económico que se vivía por entonces en el país.
Pero ¿qué ocurrió en otras ciudades de Latinoamérica mientras que en nuestro país avanzaba esta forma de trabajo? Esa es la pregunta que se plantea el sociólogo de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales (Ceics), Nicolás Villanova, que llevó adelante un estudio que busca analizar cuáles son las tareas de los cartoneros, pero también las condiciones en que viven y trabajan. Y además, conocer cuál es la rama económica a la que le garantizan insumos: la industria papelera. “Este fenómeno se masificó en los últimos años”, describe el especialista.
Proveedores. En nuestro país, el 80% del material que recogen día a día los cartoneros es derivado del papel. Sirve, en su gran mayoría, como materia prima para producir más papel. Villanova explica que “indagando los precios de importación de celulosa y comparándolos con los costos de la venta del cartón, resulta más barato comprarle a un cartonero”.
Las organizaciones de cartoneros, como el Movimiento de Trabajadores Excluidos, indican que a nivel nacional hay entre 100 y 120 mil. Sólo en la Ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 16 mil, según las cifras del gobierno porteño, que en 2003 realizó un registro no obligatorio. “Son cifras relativas, no todos se anotaron. Las organizaciones calculan que hay unos 21 mil en Capital”, afirma Villanova. El fenómeno se replica en ciudades como Córdoba, Rosario y Mendoza.
Un cartonero que empuja un carro con entre 120 y 140 kilos de material por día gana entre 1.500 y 2 mil pesos por mes, por un trabajo de entre ocho y diez horas. La mayoría está por debajo de la línea de indigencia. Por kilo de cartón les pagan entre 60 y 75 centavos, mientras que por el papel blanco reciben alrededor de $ 1,20. “Los intermediarios, es decir los que les compran a los cartoneros para vender a las empresas, les permiten guardar los carros en sus galpones a cambio de que les sigan vendiendo a ellos”, comenta Villanova. Esta situación, dice el investigador, se da sobre todo luego del cierre de los ramales para cartoneros de las líneas ferroviarias más importantes, como el Sarmiento.
En este rubro, además, hay una gran cantidad de trabajo infantil. En 2004, Unicef llevó a cabo un estudio donde indicó que, en la Capital, 4.223 chicos trabajaban como cartoneros, en su mayoría de entre 12 y 15 años. Según la Organización Internacional del Trabajo, en 2004 había alrededor de 57 mil menores de edad de entre 5 y 17 años que trabajaban en la recolección y el reciclado de residuos en las calles de la Argentina.
En el ámbito de la Capital Federal hay una serie de cooperativas que reciben un subsidio por parte del gobierno porteño para realizar su actividad. La ciudad les asigna barrios o cuadras para trabajar. “El Estado se beneficia de los cartoneros. La basura es un problema, tanto en Capital como en la Provincia. La recolección de ellos no va a parar al relleno sanitario del Ceamse, con lo cual el Estado ahorra presupuesto”, asegura Villanova.
“Para los cartoneros no fue una ‘década ganada’. Proporcionalmente, ganan lo mismo o menos que en 2001 o 2002. Además, su situación es paupérrima y tienden a crecer y ser cada vez más”, lamenta Villanova, quien analiza que en los próximos años “los cartoneros debieran apostar a un gran sindicato donde puedan pelear con más fuerza por sus derechos desde otro lugar”.
Recolección masiva. En México, los llaman pepenadores. Allí, la recolección se realiza en los basurales a cielo abierto, como ocurrió en la Argentina durante las décadas de 1950 y 1960. Según Villanova, “el fenómeno en México tuvo una explosión a partir de los años 70 y 80, una época en la que enormes masas de la población se volcaba a esta actividad”. Para el sociólogo del Ceics, excepto algunas diferencias en la modalidad, esta actividad guarda similitudes en todos los países de Latinoamérica.
Según un estudio realizado por Villanova en 2009, en los tres países con mayor actividad de cartoneros, el salario representado en dólares es muy parecido: en México, por hora de trabajo, percibían ese año 42 centavos de dólar. En la Argentina, 48; y en Brasil, 57 centavos de dólar.
Villanova analiza que las condiciones de vida en México son paupérrimas. En los asentamientos donde viven “no tienen servicios básicos, como agua potable, desagües y luz”. Además, el investigador critica que no existan datos específicos o censos, que permitirían que el Estado trabajara en proyectos para mejorar la situación de estos trabajadores. “En 2004 había entre 25 mil y 30 mil pepenadores en los basurales de las zonas metropolitanas de la ciudad de México”, indica el sociólogo.
“En México –dice Villanova– se constituyen como el primer eslabón en la cadena del circuito del reciclado, porque no sólo la recolectan, sino que además la clasifican según el tipo de material y luego la venden”.
Según Villanova, muchos de los trabajadores de barrido y limpieza del sector oficial además trabajan en la recuperación y recolección de materiales, debido a la precariedad de sus condiciones laborales. “El cobro de salarios bajos los obliga a clasificar y vender los productos reciclables para complementar sus ingresos”.
Durante 2010, obtenían un ingreso mensual aproximado de 88 dólares. Los recuperadores de las plantas de selección realizan jornadas de ocho horas diarias y su salario era de 254 dólares, según una estimación de Villanova. En ambos casos, no existe una relación contractual ni indemnizaciones por accidentes de trabajo.
En portugués. En este país se los conoce como catadores. En 2008 una organización ambientalista realizó un informe que estimaba la presencia de entre 500 mil y 800 mil en todo el país. Por su parte, el Movimiento Nacional de Catadores de Materiales Reciclables tenía registrado en 2005 un total de 35.637 recuperadores, de los cuales el 72% se encontraba fuera de cooperativas. A su vez, un estudio realizado por Unicef señala que en 1998, 46.742 menores de edad trabajaban en la recolección.
La actividad en Brasil es similar a la de Argentina. Sin embargo, cita un estudio realizado en Goiania en 2006, en el que se señala que muchos recolectores duermen en los depósitos de acopio, ya que los dueños los alojan a cambio de que les vendan a ellos los productos recolectados, aunque a un precio menor que en otros galpones.
En Brasil, según el estudio realizado en 2009 por Villanova, el salario mensual de un cartonero es tan sólo el 24% de lo que obtiene un trabajador registrado.
“En todos los países –analiza el investigador– los recolectores son una mano de obra barata. Las empresas utilizan los productos recolectados como materia prima para la producción de otros bienes y no pagan ningún tipo de cobertura social o médica, ni aguinaldo o vacaciones”.
Falta de estadísticas
“Hay un problema generalizado y es la falta de cifras oficiales”, critica Villanova, quien agrega que sólo en Colombia se realizaron censos de cartoneros. El último fue en 2011 y arrojó unos 21.700 personas que vivían de esa actividad”. Otro de los problemas, asegura el sociólogo, es que en los censos de población se podría definir la actividad de una persona, pero en muchos casos a los cartoneros se los clasifica como trabajadores independientes cuentapropistas sin calificación. Es decir, se los cuantifica con otras ocupaciones. Las cifras oficiales, dice, “están retocadas, como en la Argentina. En países como Brasil o México, los cartoneros sufren el mismo nivel de pobreza que en nuestro país. La Organización Internacional del Trabajo dijo que en Argentina creció mucho la clase media porque los indicadores están muy bajos. Son las trampas del Indec. El resultado, según eso, es que un cartonero puede ser de clase media, cuando si se analiza cómo vive y cuál es su trabajo, se llega a la conclusión de que es una persona pobre, de clase baja”.
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