«Como se escribe la historia de una de las grandes tragedias argentinas», entrevista a F. Harari, F. Pigna y G. Di Meglio en Tiempo Argentino – 19/12/2011
Por Mónica López Ocón
Los historiadores polemizan sobre la profunda crisis que puso al país al borde de la disolución. Causas y consecuencias de un quiebre que marcó un antes y un después en la vida política y social de los argentinos. Felipe Pigna, Gabriel Di Meglio y Fabián Harari.
El estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 forma parte del pasado reciente. Sin embargo, sus consecuencias llegan hasta hoy no sólo por las profundas modificaciones que generó en la sociedad, sino también porque dejó una marca dolorosa en la memoria de los argentinos que asistieron al estruendoso derrumbe del país. Los sucesos que tuvieron lugar en esos días perdurarán en la historia con la misma legitimidad que aquellos que hemos estudiado en los manuales escolares, desde la Revolución de Mayo al golpe militar de 1976. Por esta razón, Tiempo Argentino les pidió a tres historiadores –Felipe Pigna, Grabriel Di Meglio y Fabián Harari– que se metieran en la “cocina de la historia”y que confrontaran los relatos que cada uno de ellos tiene respecto de aquellos sucesos de hace una década.
–Si como historiadores tuvieran que contar qué fue y cómo se produjeron la crisis y el estallido de 2001,¿de qué forma lo harían?
Felipe Pigna: –Para mí fue el final de un ciclo iniciado con la dictadura militar, un ciclo de modelo económico que se llamaba al principio monetarista y que luego fue el neoliberalismo. Fue un modelo de destrucción del aparato productivo y del salario, de apropiación de la renta, de modificación brutal del modelo económico argentino. Tuvo dos etapas bien diferenciadas. La primera fue la dictadura militar, durante la que se hicieron cosas muy tremendas y graves, pero no se hizo la reforma completa que se pretendía. En una entrevista que le hice a Martínez de Hoz en 1995 él me dijo que faltó ir por algo muy importante que eran las privatizaciones. Hubo un sector del Ejército que se oponía a la privatización, por ejemplo, de YPF, de Fabricaciones Militares. Él estaba muy contento con el gobierno de Menem y Cavallo, porque se estaba concretando la segunda parte del modelo. Yo no tengo dudas de que en términos económicos el menemismo fue la segunda parte de la dictadura. No estoy hablando de las libertades democráticas. Hubo, además, un hecho inédito en la historia argentina que fue la desaparición prácticamente de la moneda nacional, porque se unió el peso al dólar, con lo cual las variables económicas argentinas pasaron a estar fuera de las fronteras de nuestro país. El Estado se fue desfinanciando de una manera escandalosa, sobre todo a partir de la privatización de las pensiones y jubilaciones, con las AFJP, lo que significó más o menos 6000 millones de dólares por año. La deuda se fue incrementando de una manera impresionante en desmedro de la población, del salario, de los niveles de ocupación y consumo. Se suponía que el gobierno de la Alianza iba a desandar ese camino, pero en realidad lo profundiza haciendo cosas que no había hecho el propio menemismo, como rebajas de sueldo, renegociaciones con el Fondo verdaderamente vergonzantes, el blindaje. Me parece que es muy importante remarcar que esto fue un final de ciclo, lo que Rodolfo Walsh llamó “el plan de hambre a largo plazo”, que fue el objetivo central de la dictadura y que consistió en desestructurar los mecanismos de defensa del pueblo, en desmembrar los sindicatos. Hay que tener en cuenta esto, de lo contrario no se entiende lo que pasó. Uno ve con cierta bronca los informes que se hacen en la televisión donde hablan del corralito, del decreto de Cavallo, porque eso no explica nada, eso es sólo una coyuntura.
Gabriel Di Meglio: –Es un fin de época, un proceso largo que termina en 2003 con el comienzo de un ciclo nuevo. Me parece, además, que la imagen de 2001 son los saqueos y no tanto los cacerolazos.
–¿Por qué?
Di Meglio: –Porque el saqueo es sinónimo de revuelta popular contra una situación de miseria extrema. Esa miseria extrema es el efecto del neoliberalismo y produce una reacción popular, coyuntura que tiene de interesante el hecho de que el gobierno decida restaurar un orden apelando al apoyo de sectores que ese mismo día se lo quitan por otras razones, tal vez por una sensación de hartazgo general. El 2001 me recuerda lo que hemos estudiado de las revueltas coloniales contra el mal gobierno: la idea es que hay una indignación general, hay que restaurar algún tipo de orden, donde distintos sectores sociales pueden llegar a ponerse de acuerdo, quizá de manera inédita, sobre que algo tiene que cambiar. Y el cambio fue, en este caso, la caída del gobierno. Como reacción al saqueo, se decreta el estado de sitio. La reacción al estado de sitio, en vez de obtener el apoyo de la clase media y de las clases altas como buscaba De la Rúa, lo que obtiene es un rechazo generalizado y pierde toda la base de poder que había sido el sostén de la Alianza en esos dos efímeros años de desastroso gobierno. El 2001 es un final y, además, un final trágico. A la vez, hay algo fenomenal que es el hecho de haber permitido, por el mismo fracaso del neoliberalismo, su remplazo por un modelo diferente dentro del mismo capitalismo, que nos permitió salir de esta religión terrible que es la idea del mercado, como se puede ver en la crisis europea actual. La crisis de 2001 le permitió a la Argentina correrse de esos mandatos divinos que en los ’90 se consideraban incuestionables. Lo que permitió cuestionarlos es la magnitud del desastre que provocó una revuelta popular, una acción concreta que derribó a ese modelo.
–A qué te referís exactamente cuando hablás de reacción popular?
Di Meglio: –Los saqueos son una reacción popular, una forma de justicia redistributiva. Los saqueos desafían la idea de que el Estado puede olvidarse de la gente. Esta es una idea muy antigua: la autoridad tiene una responsabilidad por el bien común y si la autoridad la abandona, la resistencia es legítima. Esto lo diría incluso Santo Tomás. Si un príncipe no cumple con lo que debe hacer, uno lo puede sacar, lo puede atacar. En este caso fue atacar un supermercado o chocar con la policía. No fue una acción vandálica como lo presentaron los medios. Hubo grupos de vecinos que se organizaron, que primero fueron con negociaciones y recién después empezaron los desbordes, sobre todo por la fuerte protección que había en los grandes supermercados, y comenzó el saqueo sobre los comercios más chicos, pero en principio fue sobre las grandes cadenas. Toda esa dinámica que se fue generando, organizada no en el sentido de clientelismo, no de varones que arrastraban a masas amorfas conducidas por punteros peronistas, sino organizadas por las mismas clases populares, hizo que se generara la gran crisis social y el estallido del 19 y 20 de diciembre, con la acción concreta contra el poder en Plaza de Mayo.
–Fabián, ¿coincidís con esta visión?
Fabián Harari: –Más o menos. Cuando se habla de crisis, se puede hablar de muchas cosas, porque es un concepto muy ambiguo. La tarea de los historiadores es, precisamente, especificar, darle cierta precisión a lo que aparece como una realidad amorfa. Hay dos crisis en 2001: una crisis económica y una crisis política. Son dos cosas que van de la mano pero en 2001 se presentan en forma diferente. La crisis de 2001 no es distinta en su dinámica a las demás crisis que ha tenido la Argentina, un país que padeció crisis en términos crónicos. Argentina es un capitalismo muy chico, cuya única rama de inserción en el mundo es el agro, y eso continúa igual. La industria no tiene ninguna eficiencia –salvo Techint y Arcor–, en términos de competencia internacional. Por lo tanto, el país vive de la renta agraria. Al depender de esta renta, cuando los precios vienen bien, Argentina tiene capacidad fiscal y el Estado puede funcionar. Cuando los precios agrarios vienen mal, el país tiene problemas fiscales. En los ’90, los precios agrarios venían relativamente mal, pero el Estado se reproducía a través de la deuda pública. De hecho, el kirchnerismo pagó más deuda que Menem. Menem recibió más plata que la que pagó y Kirchner pagó más plata que la que recibió. ¿Por qué? Porque en los ’90 el Estado necesitaba, para su reproducción, la deuda. En cambio Kirchner no necesita la deuda porque tiene la renta agraria. Los niveles históricos de la renta en la Argentina, de 2002 para acá, fueron los máximos niveles de renta agraria históricos. Hay más renta agraria en términos absolutos que en la década del ’20 o del ’30. Hay que comparar, hay que medir el nivel de renta de acuerdo al tamaño de la economía. Si tengo un nivel de renta tres y un tamaño de la economía cuatro, es una cosa. Con nivel de renta diez y un tamaño de la economía 50, el peso de la renta en la economía es diferente. En términos absolutos, la renta agraria es enorme, en el peso de la economía está más o menos en la década del ’20 o del ’30. En términos de crisis económicas, hay una crisis que tiene que ver con la caída de la renta agraria que ya venía, y la crisis internacional por la cual el Estado no puede reproducirse a través de deuda. Sin renta, sin deuda, se queda sin plata. Por lo tanto, efectivamente, se avanza en una reestructuración económica que tiene que ver con la concentración y centralización del capital: quedan empresas afuera, la pequeña burguesía es expropiada, la clase obrera cae en desocupación, pauperización general. La reacción no es inmediata, tarda en darse. La desocupación es muy grande, sube al 15% en el ’95. De hecho, tenemos la confiscación de ahorros. Todo el mundo dice que los pequeños ahorristas salieron a la calle porque les confiscaron los ahorros. Si uno repasa la historia de los ahorristas, esta es la cuarta expropiación de ahorros que ha sufrido la Argentina desde el ’74 hasta hoy, y sin embrago, en esta salió y en las otras no. En las otras hubo algunas protestas menores, como en el ’82, una pequeña marcha de ahorristas sin ninguna repercusión. Sin embargo, en 2001 sí salieron a la calle.
–¿Por qué?
Harari: –Porque la pequeña burguesía tuvo por lo menos 15 años de experiencia política de expropiación económica, social y política. Hay una crisis política. No toda crisis económica deriva en una crisis política. Argentina ha tenido grandes crisis económicas, la del ’30, la del ’64, la del ’75 con el Rodrigazo, la del ’82, la del ’89 y la de 2001. Argentina tiene cada vez crisis más profundas y recuperaciones más endebles. También hubo saqueos en el ’89 y no derivaron en ningún movimiento tan organizado como en 2001. ¿Qué aparece en 2001 que no apareció en otras crisis económicas? Primero, una crisis hegemónica: se pone en cuestión la dominación social de una clase que es la burguesía.
–¿Quién la pone en cuestión?
Harari: –En primer lugar, la burguesía misma. La propia burguesía no tiene disciplina en sus filas. Tenés, por un lado, la alianza dolarizadora (De la Rúa-Banco Mundial) y, por otro, la alianza devaluadora (del llamado Grupo Productivo de Duhalde). Es interesante porque el mismo 20 de diciembre, mientras sucedía lo que sucedió en Plaza de Mayo, Duhalde estaba reunido con la cúpula de la UIA y la Sociedad Rural ,ya pensando en el recambio. De hecho el Grupo Productivo es anterior. En septiembre de 2001 ya empieza a trabajar explícitamente. Acá lo importante es la aparición de un proceso revolucionario, la aparición de una fuerza social revolucionaria con el nombre fantasía de Movimiento Piqueteros, alianza social entre la pequeña burguesía y una fracción de la clase obrera, sobre todo los desocupados. Alianza minoritaria, en relación al conjunto de la sociedad, pero que viene desarrollándose desde el ’95 o ’96, primero en el interior y después en Gran Buenos Aires, que son los que protagonizan los hechos del 19 y el 20. Esas fechas son la soldadura de esa alianza entre la pequeña burguesía que venía radicalizándose y una fracción de la clase obrera, en una alianza muy heterogénea, con muchos grupos, pero con acciones que describen una trayectoria revolucionaria.
Pigna: –También hay que decir que existían en el movimiento obrero fracciones como el MTA, que venían protestando y movilizándose desde el ’93 y ’94 y la CTA.
Harari: –Por eso dije que era una fracción minoritaria de la clase obrera. La mayoritaria estaba con Moyano, que de hecho la integraba la Alianza reformista y devaluadora con Duhalde y la UIA. La mayoría de la clase obrera apoyó esa alianza, que después la hereda Kirchner.
Di Meglio: –La clase obrera no fue un actor tan relevante. Si uno compara el Cordobazo con 2001, hubo cosas que en 2001 no existieron. En el Cordobazo, estaban el movimiento obrero organizado y el movimiento estudiantil. El 2001 fue diferente en su composición. Obviamente hubo obreros, y además organizaciones sociales, vecinos comunes de todas las clases sociales, pero era una cosa mucho menos organizada. Los cacerolazos fueron de la clase media, decían, porque se dieron en Capital, pero los hubo en todos lados. Los saqueos eran en los barrios populares, pero no se puede decir que el movimiento obrero organizado hizo esto o aquello. La CGT hizo un paro brutal el 13 de diciembre, la CTERA también estuvo en la agitación del 20, pero si uno mira, no ve ahí el rol fundamental de los líderes sindicales y el movimiento obrero. No veo nada revolucionario ni un intento de socavar el poder de la burguesía.
Pigna: –Yo tampoco. Nos hubiera gustado, pero no. Es muy importante el factor sorpresa que operó en aquel momento. Mucha de la gente común fue sorprendida, no el militante, no el activista, la gente común, y la reacción espasmódica tuvo que ver con eso. El movimiento obrero venía golpeado, no tenía la fuerza y contundencia de antes, los partidos políticos estaban desacreditados, las elecciones parlamentarias de octubre habían sido un desastre. Hay una especie de anomia, no hay referentes.
Di Meglio: –Los días 19 y 20, fueron un momento de los que hay en la historia, donde todo parece darse vuelta. Yo tengo un amigo que es repositor de supermercado y me dijo que ese día le comieron la comida al gerente. Y ese fue su acto rebelde. Al otro día, no se la comieron más. Parecía que todo podía pasar. Hubo un cambio tremendo, pero no un cambio revolucionario en el sentido de desafiar el modelo de acumulación o lo que sea, sino un cambio en el sentido de que se desmoronó un modelo económico de hecho y dio lugar a la construcción de un modelo político que nadie preveía. Nadie anticipa nada. Se anticipaban cosas con pesimismo, pero no lo que sucedió. Yo creo que hubo un reclamo por un orden. Orden no es necesariamente el orden de la derecha, sino que se reclamaba algún tipo de orden, alguien que arreglara la situación. Esto es lo que le permite a Duhalde lograr la legitimidad rápidamente para empezar a gobernar.
Pigna: –Teníamos 20 monedas, era una situación tremenda y quienes más la padecieron fueron los sectores populares, que son los que viven del efectivo. ¿Por qué se producen los saqueos? Porque la gente que vivía de changas, los cartoneros, los tipos que vivían del mango diario, no recibían plata porque la gente no tenía. Se cortó la cadena de pagos.
Di Meglio: –Y esto sucedió antes de las fiestas, fue una época horrible de derechos ultrajados. Es cierto, hubo muchos saqueos en otras épocas, se tocaron los ahorros con Erman González, pero el tema es cuando eso va acumulándose lentamente en medio de una crisis feroz y en un momento se da una coyuntura que permite una eclosión. El 2001 son muchos momentos juntos que hacen sistema.
–¿Cuál es la coyuntura que hace posible la eclosión?
Di Meglio: –La crisis económica feroz, y, sobre todo, el hecho de que la última esperanza de la democracia (la Alianza) muestra su incapacidad total para afrontarla y hasta echa más nafta al fuego.
Pigna: –Claramente,profundiza el modelo.
Harari: –Quisiera acotar algunas cosas: la idea de lo espontáneo. Hay muchos trabajos sobre el tema que muestran que no es que hay un vacío político y en 2001 aparece todo, sino que hay un proceso político que va del ’83 a 2001. La pequeña burguesía no llega virgen a 2001. Tiene 20 años de historia de confiscaciones. Bajo el menemismo fue confiscada económicamente. Fue confiscada socialmente y también políticamente con el caso Cabezas, la AMIA, el gatillo fácil. Todas estas son situaciones que le quitan a la pequeña burguesía su status ciudadano. Por eso, cuando llega el 2001, ya había un anticipo a eso: las elecciones de octubre.
Pigna: –No sólo no llega virgen, sino que llega desengañada porque votó a la Alianza.
Harari: –En principio los cacerolazos están motorizados por la clase obrera pero luego también los toma la burguesía. Hubo uno muy importante también en el ’97, motorizado por el Chacho, con el apagón.
Di Meglio: –Todas las formas de acción colectiva tienen una historia.
Harari: –Hubo cortes de luz en Belgrano en el verano del 2000 que terminaron con el corte de calles y cacerolazos.
Pigna: –Sí, cacerolazos muy paquetes, por cierto.
Harari: –Sí, muy paquetes, pero iban a la acción directa. Hay un aprendizaje del método y un aprendizaje de la oposición al gobierno. Nadie llega virgen. Tomemos el Movimiento Piquetero. En agosto 2001, se produce el piquetazo. Se paró el país. Vuelvo a lo mismo: hay una fracción minoritaria de la clase obrera que busca otra cosa: busca superar al sistema. Es la misma fracción que después empieza con las asambleas nacionales piqueteras, que terminan en el 26 de junio de 2002.
Di Meglio: –No, no acuerdo con eso.
Harari: –Otro tema: la legitimidad de Duhalde. Duhalde no tiene legitimidad cuando empieza. Cuando asumió fue una batalla campal. Para mantenerse debe hacer dos cosas: la primera, la Masacre de Puente Pueyrredón, y la segunda, repartir 2,5 millones de planes Trabajar. Esa es la legitimidad de Duhalde.
Pigna: –Cualquiera hubiera tenido que hacer eso, eh. Porque el país estaba incendiado.
Di Meglio: –Sí, la gente no comía. El desastre de 2001 es ese, la miseria extrema.
Pigna: –Pero sin los planes la gente se moría. Había que solucionar un problema concreto que era que la gente se estaba muriendo de hambre.
Harari: Venía muriéndose de hambre desde la década del ’90. Por eso ya había una conformación política que cuestionaba el poder del Estado. Sería bueno consultar los diarios de diciembre de 2001 a junio de 2002. Recuerden que la asamblea que votó el plan de lucha que terminó con el 26 de junio de 2002 tuvo cadena nacional. Hasta Aníbal Fernández, hasta hace poco ministro del kirchnerismo, pero en ese momento ministro de Duhalde, había acusado judicialmente a esa asamblea, si no me equivoco, por querer voltear al gobierno.
Pigna: –Me parece que es muy importante recordar los errores cometidos por la izquierda en esas asambleas, su deseo de querer cooptarlas. Para mí ese fue el fin de las asambleas, de modo que esto no se puede pasar por alto, ya que estamos redistribuyendo culpas, lo que está muy bueno. Yo participé activamente en la Asamblea de San Telmo y me peleaba mucho con compañeros de izquierda que venían con planteos que no tenían que ver con lo que estaba pasando en ese momento. Discutir si le íbamos a poner a la Asamblea el nombre de Héroes de Trelew no era el tema central que debíamos discutir en ese momento, aunque nadie olvida a los muertos de Trelew.
Di Meglio: –Yo iba a la asamblea de Colegiales y estas asambleas tenían algo muy fascinante. Por ejemplo, había quien planteaba que debían dejar de pasar los colectivos porque había demasiado ruido en la calle y quien hablaba en contra del capitalismo y todos lo hacían en igualdad de condiciones. En ese sentido creo que constituyeron una experiencia que no por fracasada fue en balde. Así como hubo saqueos, también hubo asambleas antes y quizás vuelva a haberlas. Este antecedente fue muy fuerte, muy intenso.
Pigna: –Cuando comenzaron fue algo maravilloso. Todos nos enamoramos de eso.
Di Meglio: –Sí, y yo fui muy crítico en su momento. Creo que la izquierda tradicional las boicoteó e hizo lo que hace muchas veces: alejar a la gente, dispersarla.
Pigna: –Sí, la espantó.
Harari: –En este punto me pondría en una situación menos empírica porque todavía no hay un estudio serio sobre las asambleas, sólo se puede hablar de ellas empíricamente. Cada uno tiene respecto de ellas una experiencia personal diferente. Yo puedo contar, por ejemplo, mi experiencia con la asamblea de Congreso, que es la única que sobrevivió.
Pigna: –La del Cid también sobrevivió.
Harari: –La de Congreso tenía, por supuesto, partidarios de izquierda, de hecho, estaba ligada a la izquierda. Me pregunto lo siguiente: si las asambleas fueron tan populares, ¿cómo es posible que una izquierda que no tiene millones de militantes pudieron llegar a boicotearlas?
Di Meglio: –El intento de coparlas hizo que la gente se fuera. Esto lo hablé con muchos participantes de asambleas.
Pigna: –Sí, creo que el error fue el intento de cooptación porque el ánimo era de amplitud total. Nadie iba a pelearse a las asambleas. Al contrario, todos estábamos tratando de construir algo. Cada uno tenía su idea y trataba de juntar voluntades en ese momento en que era realmente tremendo lo que estaba pasando en el país. Ver esa voluntad de cooptación te predisponía mal porque iba en contra de los intereses generales. Es algo que viví y que me dolió. Se habló mucho de este tema que creo que fue lo que hizo que las asambleas cayeran.
Di Meglio: –La crisis de 2001 es a la vez reciente y lejana. Mientras uno vive algo, se va acomodando a la situación. Cuando se lo recuerda, en cambio, se ve que hubo cosas fascinantes pero también pesadillescas. Recuerdo ejércitos de gente cartoneando, buscando comida. Había un tren especial para los cartoneros.
Pigna: –El tren blanco.
Di Meglio: –Recuerdo a la clase media que intentaba vender su departamento en Parque Rivadavia, vender cualquier cosa, hacer trueque. Estaban los patacones y muchas cosas de un país absolutamente destruido. A la vez, estaba el entusiasmo que generaban las asambleas. La sociedad se había acostumbrado a tener una bota en la cabeza y ahí pudo comenzar a discutir el modelo económico. A veces hay una exaltación épica de 2001 y es cierto que tuvo elementos épicos, pero también fue muy trágico.
Pigna: –Uno no se puede poner en el lugar del historiador que lo ve como un momento fascinante sin decir que fue tremendo, que costó sangre, que mucha gente la pasó muy mal.
Di Meglio: –Había un 50% de pobres.
Pigna: –Sí, no se puede hablar de procesos históricos interesantes sin decir también que son tremendos.
Harari: –Hay algo importante. Las luchas siempre cuestan, pobres hay hoy en día también…
Pigna: –No, no, pará, no es así.
Harari: -Si vamos a las estadísticas, el país tiene hoy la misma desocupación que tenía en el año ’94.
Pigna: –Estamos hablando de 2001 y el país no tiene la misma desocupación que en ese momento.
Harari: –Sí, el 2001 fue sin duda una caída, pero fue también una oportunidad que abre un proceso revolucionario, un proceso en el cual la dominación está puesta en juego por un sector minoritario. Pero tampoco la clase dominante tiene muy en claro qué quiere hacer. Es un momento de desconcierto. Aquí se habló de fin de un ciclo y no coincido con lo que se refiere al ciclo económico, porque la Argentina sigue siendo un país agrario, depende de la soja. La industria no tiene ninguna viabilidad en términos de competitividad. De hecho, hoy en día el superávit fiscal está en el mismo nivel que en 2002.
Pigna: –Pero con un PBI mayor.
Harari: –EL PBI es menor que en el ’96.
Di Meglio: –¿Vos querés decir que toda la gente es tonta y que no se da cuenta de que estamos igual?
Harari: –La gente también se equivoca. De hecho, votó a Menem.
Pigna: –Entonces, según vos, hay un malestar económico.
Harari: –Hay un malestar económico que no llega a la política. En los últimos años se ha acrecentado el nivel de huelgas, el nivel de los conflictos sociales.
Di Meglio: –Posiblemente esto tenga que ver con que tenemos un gobierno que atiende ese tipo de demandas. El 2001 llevó a la gente a discutir en la calle. Hoy, cualquier demanda la lleva a la calle, por eso no se puede decir acríticamente que las huelgas son lo mismo desde el 1800 hasta hoy. Hay que ver las coyunturas y en la coyuntura de 2001 la conflictividad se dirime en la calle y eso no quiere decir que estemos peor. Justamente, ahí se puede ver el poder transformador del 2001 que, en mi opinión, le dio a la calle una fuerza que no tenía en los ’90.
–Más allá de su condición de historiadores, ¿cuál es el recuerdo más nítido o más doloroso de la gran crisis de 2001?
Pigna: –Lo más doloroso fueron las muertes y las imágenes que se vieron con posterioridad de la miseria. También tengo muy vívido el episodio del policía que en Flores masacró a tres chicos que estaban mirando televisión. Uno vivía una angustia muy grande en aquel momento. Yo vivía cerca de Plaza de Mayor. Iba y venía todo el tiempo. Con unos compañeros habíamos comprado bolitas para impedir la acción de la caballería, pero no se podía llegar, era tremendo. Lo digo y me conmueve porque viví muy intensamente la sensación de que se caía el país.
Di Meglio: –Yo lo viví de una manera parecida. Ya todo el menemismo fue un bajón. Todo era derrota, falta de esperanza. En 2001 lo impactante era la miseria. A la vez, en ese momento hubo mucha efervescencia. Ir a la Plaza, ir a las marchas generaba una especie de antídoto contra tanto malestar. Lo que recuerdo también es lo inesperado. Golpear una cacerola para mí tenía que ver con los cacerolazos contra Salvador Allende. Cuando escuché los primeros cacerolazos encendí la radio para ver quién los convocaba. No los convocaba nadie y de pronto salí a la calle con una cacerola. Nos reunimos un montón de gente en la esquina golpeando las cacerolas y nos mirábamos sin decir nada. Esos son momentos de los que se dan pocos en la historia. Por un rato, todo se puso en cuestión.
Harari: –Viví con mucha tristeza los 30 muertos, la masacre de Puente Pueyrredón. Ese día se cortaron todos los accesos a la Capital. Yo estuve en la asamblea donde se votó eso. Toda esa tristeza se resignificaba pensando que podía tener un sentido, que podía haber un futuro. Le podía tocar a uno y se tenía que morir por ese futuro, uno lo hacía. Pero hubo un día en que me di cuenta de que ese futuro, por lo menos en lo inmediato, no iba a llegar. Ese día fue el de la represión en Bruckman en 2003, antes de las elecciones. Veía que ya no éramos muchos y que estaba disminuyendo la resistencia. Cuando ganó Kirchner, pensé: “Tantos muertos para esto.” Sé que puede doler, pero fue lo que pensé. <