Crisis y reestructuración de las mafias bonaerenses
Por Fabian Harari*
Cada vez que cruje la mayor estructura política del país, el peronismo bonaerense, aparecen estos casos de ajustes de cuentas, en los que no dejan de estar involucradas las fuerzas policiales, la Justicia, los servicios de inteligencia, el mundo del delito y las barras bravas. Pasó anteriormente con Cabezas y el affaire Yabrán y está pasando ahora. La política se financia con la ganancia de los empresarios. Las legales y las ilegales. Cuando esos armados entran en crisis, es decir, cuando pierden el sentido de la autoridad, comienzan las disputas por las jerarquías y los alineamientos. Como se juegan los negocios vinculados al delito, es lógico que los grupos ligados comiencen a batallar, de la forma que suelen hacerlo: a los tiros. Esas disputas no terminan hasta que aparece un nuevo Jefe, que determina el lugar que le toca a cada uno en la nueva organización. Se inaugura entonces un nuevo ciclo.
¿Por qué se fugaron?
El negocio de la efedrina permitió montar todo un conglomerado mafioso y puso a la Argentina, entre 2006 y 2009, en el mapa del narcotráfico mundial. El auge de las drogas sintéticas le dio una oportunidad al país. Prohibida su importación a EE.UU. y a México, la Argentina desarrolló una política liberal con China e India. Resultado: lo que aquí se pagaba entre 90 y 120 dólares el kilo, en EE.UU. se llegaba a pagar desde 2.600 a 10.000. Argentina importó, en ese lapso, según cifras oficiales, 40.000 kilos, convirtiéndose en el tercer importador mundial. A fin de 2008, y por orden de la DEA, los controles se endurecieron. Pero esa dinámica generó una serie de lazos políticos y una estructura.
Los presos no se podrían haber escapado sin la complicidad de las autoridades penitenciarias, ni mantenerse fugados sin la información proporcionada por, al menos, la policía bonaerense y la Gendarmería. Y estas no las manejaba enteramente el macrismo. El grueso de las autoridades policiales fue pactada con el PJ. Ritondo pactó con Granados al jefe de la Policía Bonaerense (Pablo Bressi) y la continuidad de la responsable del servicio penitenciario, Florencia Piermarini. Pero también la de su verdadero jefe, César Albarracín, designado por Ricardo Casal. Este pacto se encuadraba dentro de una estrategia más general de Vidal: momentáneamente, montarse sobre la estructura ya formada del PJ, para evitar grandes estallidos mientras se enfrentaban otros frentes más importantes a nivel nacional (cepo, hold outs, tarifas, presupuesto, despidos). El pacto incluía también, la aprobación del presupuesto. A nivel nacional, implicó la conformación de una comisión sobre los DNU más “flexible”. En ese combo, Scioli iba a viajar con Mauricio a Davos y tres de sus ministros pasaron a Vidal.
Los presos constituían una pieza clave: eran los testigos que permitirían el armado de una megacausa contra Aníbal Fernández, o sea, contra el kirchnerismo residual. Pero en ese juego también está involucrado casi todo el resto del PJ. En febrero debían declarar ante Servini de Cubría. El PJ provincial arrastra una crisis postergada desde 2005, que comenzó a crujir en 2013 e hizo eclosión en las PASO. La derrota del FPV no solo evitó una nueva reestructuración, sino que la hizo saltar por los aires. Los presos/testigos constituían un punto en contra de ambas facciones del peronismo. Su salida podía beneficiar a unos y otros, pero hasta ahí parece que llegaron los acuerdos. Esas internas generaron el espacio en el que parecen haberse movido los prófugos. En medio de la fuga, Vidal aprovechó para arremeter contra la gente de Aníbal (DDI de Quilmes y Néstor Larrauri, su candidato a la jefatura), con la ayuda de Granados (a través de los comisarios Bressi, Jorge Figini y Alejandro Moreno). Pero también se la tiene jurada a la gente de Granados (Carlos Grecco y Marcelo Chebriau). Esas internas también pudieron verse en la negociación por el presupuesto.
En este contexto, la principal provincia del país está envuelta en una crisis política. No es cierto que Bullrich o Vidal van a luchar contra el narcotráfico, o que van a “investigar complicidades”. Simplemente, van a limpiar a los que no se alineen en función de reestructurar ese entramado y reunificar las jerarquías en su propio beneficio. O sea, van a tratar de quedarse con todo el negocio. Eso implica, también, centralizar y dar un nuevo orden a todas las formas de financiación, legales e ilegales. Se va hacia la formación de un nuevo clan, con nuevas jerarquías mafiosas.
* Dr. en Historia y director del Laboratorio de Análisis Político del CEICS.