Es marxista y Doctor en Historia. Reconocido investigador y profesor de la UBA y la UNLP. La Cajita Infeliz es el comienzo de una trilogía inconclusa.
Su obra intenta explicar cómo funciona el capitalismo. El autor anticipó en 2005 la crisis del capitalismo norteamericano. Ya en su tercera edición, Sartelli comenta las implicancias de concebir al capitalismo como un sistema objetivamente infeliz.
-¿Cómo presenta el libro la crítica al capitalismo como sistema?
-El capitalismo no es malo en términos morales. Es malo porque es ineficiente, está asentado en la dominación de las mayorías por un puñado de personas y es inherentemente violento. No es tampoco el resultado de una conspiración, es un sistema social, una máquina que funciona a espaldas de los individuos y cuyo control es imposible en términos individuales. En el libro se utiliza la metáfora del vampiro, porque se trata del no-trabajo que vive del trabajo, como el «no-muerto» vive del «vivo». El burgués encaja en esa imagen eso no ha cambiado.
–Al definir burguesía, ¿cómo entran las nuevas formas de propiedad?
-En su esencia, la forma de la propiedad burguesa no ha cambiado ni podría hacerlo en la sociedad capitalista. Lo que cambia es la forma en que se nos aparece. Hoy es más común el burgués “a secas”, el que está en posesión de títulos de propiedad, de las cuales no tiene por qué saber mucho. En las grandes empresas, llamadas erróneamente “monopolios”, hasta un grado muy elevado de la jerarquía, desde el simple peón de patio hasta el gerente menor, son asalariados. Recién en las alturas aparecen los dueños, que son copartícipes de la propiedad por la vía de pseudo salarios millonarios. El gran burgués concentrado en una rama particular sigue existiendo, Bill Gates por ejemplo, pero lo más común es el estratega de un gran conglomerado, “el grupo”, como Carlos Slim.
-¿Cuáles son los mecanismos de transformación de un sistema que se presenta malo objetiva y no moralmente?
-Sólo se lo puede enfrentar mediante la acción colectiva, que solo puede partir de las víctimas del sistema, del proletariado, hoy por hoy, el 80% de la población de cualquier país relativamente avanzado, como la Argentina. La dominación social es un fenómeno complejo. Aunque la ley dice que somos todos iguales, somos todos desiguales. El primer eslabón en la cadena que somete a los obreros se encuentra en la desigual participación en la propiedad de los medios de producción. Por eso los obreros no conseguirán nunca más que reproducir sus condiciones de vida, mientras los capitalistas verán la riqueza acumularse.
-Por eso el libro tiene un apartado de «por qué votamos y nada cambia»…
-Sí. Con la desigualdad económica, se construye un poder que se proyecta luego al resto de la vida social. Lo mismo vale para la democracia. Tener recursos millonarios para una campaña electoral marca la diferencia. Obviamente, el Estado capitalista refrenda la situación, la consagra como normal y la justifica mediante la ideología. Hace falta encarar todas estas dimensiones y campos de intervención. No alcanza con una intervención «anti-capitalista», hay muchos «anti-capitalismos» como el de los señores feudales. Es necesario hablar seriamente del socialismo.