Una generación política que creció con poder y billetera
ESCRIBE FABIAN HARARI (*)
Ahora que sus miembros (que se corroboran tan escasos) se exhiben en una retirada más bien poco decorosa, La Cámpora es objeto de reflexión. Curiosamente, detractores y defensores coinciden en una serie de lugares comunes. El primero de ellos es la idea de que los camporistas son una reencarnación del espíritu de los 70. Más precisamente, de Montoneros. La otra, más delirante aún, es que son de izquierda.
Descartemos, primero, muy rápidamente, la vinculación con cualquier programa de izquierda. Lo que distingue a un marxista es su carácter revolucionario. Es decir, que quiere cambiar al conjunto de la sociedad: combate al capitalismo para construir el socialismo. En cambio, el peronismo defiende el sistema social actual: el capitalismo, la propiedad privada de las principales empresas y el trabajo asalariado. Por lo tanto, izquierda y peronismo representan programas antagónicos.
Está bien, no son de izquierda. Tampoco lo era Montoneros. ¿Por qué, entonces, no emparentar a los amigos de Máximo con los “soldados de Perón”? Para poder trazar ese paralelo, habría que recordar dos datos de peso.
Primero, que Montoneros, como todo el peronismo, desde 1945 hasta 1976, constituía un fenómeno con un contenido social real. Organizaba cientos de miles de personas y, en particular, trabajadores. Ganó cientos de centros de estudiantes, comisiones internas en las principales fábricas, sindicatos, dirigentes barriales. Como todo el peronismo histórico, constituyó un organizador de masas. Masas reales. ¿Para qué? Es otra discusión. Lo cierto es que el movimiento peronista creció, para decirlo en términos más coloquiales, “de abajo hacia arriba”. ¿Es la historia de La Cámpora? No parece…
Segundo, con todas sus limitaciones, Montoneros se enfrentó al Estado durante gran parte de su historia. Hasta 1973, luchó contra la dictadura de Lanusse y bajo el gobierno de Perón fue atacado violenta y sistemáticamente por el General (Ezeiza, Triple A) y luego tuvieron que pasar a la clandestinidad. ¿Esta es la historia de Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Ottavis? Veamos.
Sin trayectoria. ¿De dónde vienen los dirigentes de La Cámpora? ¿Son acaso consumados dirigentes gremiales o de alguna lucha histórica? ¿Estuvieron en las primeras filas de la lucha contra el menemismo o en ese gran movimiento de 2001? ¿Representan, al menos, algún movimiento estudiantil? Nada de eso. No llegaron al Estado empujados por una demanda popular, sino por un nombramiento a dedo. Antes que la organización de masas, pesó el acomodo.
Andrés Larroque es el secretario general de la organización. En el año 2006 fue director de la Juventud para el gobierno porteño de Telerman y ese año conoció aMáximo Kirchner. En 2011, fue elegido diputado nacional. Eduardo «Wado» de Pedro comenzó su carrera política como funcionario del gobierno porteño de Telerman y fundó junto a Mariano Recalde la agrupación Abogados por la Justicia Social’ (AJUS). También fue elegido diputado nacional en 2011. Luego fue secretario general de la Presidencia. Integró el Consejo de la Magistratura hasta marzo de 2015, donde fue reemplazado por Anabel Segasti. Juan Cabandié, en 2005 fue designado secretario general de la Juventud del Partido Justicialista y comenzó a trabajar en el Ministerio de Desarrollo Social. En el año 2007 ingresó a la Legislatura porteña por el Frente para la Victoria (FpV). En 2011 revalidó su cargo y en 2013 fue elegido diputado nacional.
José María Ottavis, duhaldista de origen, fue líder de la agrupación Compromiso K en el año 2003. También trabajó en el gobierno de Telerman y luego fue designado por Néstor como director de Estudios Políticos y Monitoreo, y Dirección del Fondo de Capital Social en el Ministerio de Economía, en ese entonces dirigido por Boudou. En el año 2011 asumió como secretario general de la Juventud Peronista Bonaerense y fue electo diputado por la provincia de Buenos Aires y vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense. En definitiva, ninguno representa ninguna lucha social real. Todos comenzaron sus carreras políticas con algún nombramiento político, para algún cargo político. Su progreso no es el de un luchador, sino el de cualquier político de carrera que va escalando posiciones a través de la cuidadosa elección de lealtades.
Con la plata de los abuelos… La estructura de La Cámpora era (y bien hablamos en tiempo pasado) básicamente una cúpula reducida a funcionarios que manejan resortes del Estado y una red de locales dedicados no a la organización política por tales o cuales demandas, sino a la asistencia social y a la propaganda oficial. Obviamente, su objetivo no era solucionar el problema del hambre, de la higiene y la vivienda para
todos, sino evitar que los problemas estallen.
Su fuerte organizativo estuvo en Capital y Gran Buenos Aires, donde disponían de 68 y 88 locales respectivamente. En ese sentido, y a pesar de todo su compromiso “federal” y “popular”, en proporción a la población, tenían más locales en Capital que en otros lugares.
¿Cómo se financiaba? Con fondos estatales (o sea, nuestros). Básicamente, con la plata de la Anses, dirigida en aquel entonces por Diego Bossio.
Más allá de la Anses y las nuevas universidades, hay también otros espacios de poder en que La Cámpora puso a su personal. Uno de ellos es el que ha estado recientemente en el ojo de la tormenta: Inteligencia. Josefina Kelly fue el nexo entre La Cámpora y la ex SIDE. Estuvo a cargo de la Dirección de Observaciones Judiciales dentro de la Secretaría Federal de la Agencia Federal de Inteligencia. Antes había pasado por el Ministerio de Seguridad de la Nación, dentro del área de la Subsecretaría de Prevención del Delito Organizado y Complejo, que, entre otros temas, abarcaba la investigación de crímenes de terrorismo. Por lo tanto, ya sea por su trabajo en el Ministerio del Interior o por su paso por la SI, debería haber tenido algún vínculo con Nisman. Sorprende que se carezca de información sobre el tema. Asimismo, Máximo Kirchner puso a su amigo Fernando Basanta a controlar la caja de la SI, una masa de dinero desconocida y sin supervisión alguna.
Además, la agrupación dirigía varias empresas estatales o mixtas, como Intercargo, Télam, Aerolíneas Argentinas, Enarsa y Canal 7. Es decir, La Cámpora se dedicó a intentar controlar los principales resortes del Estado bajo el kirchnerismo: la asistencia social, la caja estatal, el Ministerio de Economía y la SI.
La vida sigue… En definitiva, ¿qué fue La Cámpora? No fue una organización de masas, sus dirigentes no encarnan luchas sociales. Se organizó “desde arriba”. Fue, en realidad, un círculo de funcionarios de alto rango, con o sin cargos formales, distribuido estratégicamente y destinado a resguardar la disciplina de la administración. Debe compararse, antes que con Montoneros, con la Coordinadora de Alfonsín o con el
Grupo Sushi de De la Rúa. Sin ninguna base social detrás. Que en este caso estemos ante un componente más advenedizo es propio de la crisis que sufrió el sistema político en 2001, pero el contenido es el mismo. Por lo tanto, al retirarse la administración y terminar con el control de los fondos, La Cámpora se disuelve. No han podido protagonizar ninguna movilización importante.
En estos tiempos, sus dirigentes oscilan entre el ostracismo y la integración al nuevo PJ, o directamente al macrismo. Vimos ya las defecciones de Bossio y Ottavis, el apoyo de gobernadores e intendentes al presupuesto de Vidal y a los proyectos de Macri. El intento K de ganar la dirección del PJ no terminó en su expulsión simplemente por su insignificancia. En Enarsa y en Canal 7, miembros de lo que fue La Cámpora ya trabajan dedicadamente bajo las órdenes de la administración Cambiemos. Como signo de los nuevos tiempos, una ferviente camporista y amiga de Máximo, Desiré Cano, dirige la política de despidos en el Grupo 23.
(*) Doctor en Historia, CEICS.