Paritarias 2015, los trabajadores a la defensiva
Por Julia Egan*
Uno de los caballos de batalla de este gobierno ha sido el aumento de la negociación colectiva, que desde un punto de vista simple aparece como una consagración de los derechos de los trabajadores. Pero si profundizamos la mirada, el contenido casi exclusivo de dicha negociación son acuerdos salariales, consecuencia lógica del aumento de la inflación año a año. Hasta la década del 80 existía la posibilidad de indexar los salarios por inflación, una ?cláusula gatillo? que permitía actualizar los salarios sin la necesidad de firmar un nuevo acuerdo. Esta quedó prohibida tras la sanción de la Ley de Convertibilidad y el kirchnerismo, a pesar de haber modificado dicha ley, mantuvo la imposibilidad de indexación salarial. De allí que los gremios tengan que renovar los acuerdos e inclusive pedir la reapertura de las negociaciones.
A esta situación se sumó la voluntad del gobierno, avalado por el sindicalismo oficialista, de implementar un tope virtual a los aumentos salariales. La restricción responde a una doble necesidad: por un lado, licuar los salarios por la vía de aumentos por debajo de la inflación; por otro lado, que este ajuste no se muestre de forma directa y violenta, sino que pase por este mecanismo ?invisible?. Este elemento viene a agravar la situación de las dos grandes fracciones de la clase obrera argentina: aquella que, según el propio INDEC, compone el 50% que gana por debajo de los $5500 y la otra que, aunque su salario apenas supera la canasta familiar real, lo ve amputado por el impuesto a las ganancias.
La ronda de negociación del 2015 se destaca porque buena parte de los gremios han acordado aumentos en ítems por fuera del salario básico, lo que permitió romper el techo del 28% que pretendía imponer el gobierno y las dio a conocer como paritarias ?blue?. Según nuestro relevamiento de 59 actividades, al menos el 24% logró un aumento mayor que el establecido sobre el básico a partir del incremento en ítems como presentismo y viáticos. Si agregamos las que lograron sumas no remunerativas por única vez, la efectividad de este mecanismo para superar la inflación asciende al 36%. El problema es que estos montos no implican un aumento que se incorpore al básico para contemplar en la próxima negociación y, al ser no remunerativas, no realizan aportes.
Si tenemos en cuenta el aumento final remunerativo, el promedio del 2015 ronda el 30%, lo que no significa que todas las actividades hayan tenido el mismo desempeño. El 58% de estas actividades firmaron acuerdos por encima de la inflación interanual correspondiente al mes de inicio del acuerdo, mientras que el 42% lo hizo por debajo. De las que consiguieron aumentos por encima de la inflación, el 62% presenta aumentos por incorporación de ítems o sumas por única vez.
El 90% de las actividades firmaron acuerdos a 12 meses, lo que habilita a los gremios a sentarse a negociar en mejores condiciones. Los dos acuerdos de Camioneros (corta y larga distancia), se firmaron a 10 meses, quedando en una situación sumamente ventajosa y acordando un 31,5% y un 38,2% respectivamente, apenas superando la inflación interanual del 27,1% correspondiente a julio (medición Congreso de la Nación). Los maquinistas de La Fraternidad y el personal directivo de los ferroviarios firmaron a 16 meses, mientras que las ramas de energía eléctrica (Luz y Fuerza) y transporte (Unión Tranviarios Automotor) a 18 meses, lo que lógicamente pone a sus trabajadores en una situación desfavorable.
En el caso de Luz y Fuerza, si bien el aumento final es del 40%, el logrado para los doce meses respeta el 27,8% del gobierno y queda por debajo de la inflación interanual de mayo, que alcanzó el 28.8%. La UTA no tuvo pruritos a la hora de firmar un acuerdo escandaloso: 27.8% hasta enero de 2016, cuando la inflación interanual de enero de 2015 fue la más alta del año, alcanzando un 35,2%. Entre enero y junio de 2016 se complementará con un aumento del 10,6%. Ambos acuerdos son muestra del desempeño de los sindicatos kirchneristas a favor del gobierno. De los 30 gremios oficialistas que protagonizaron las negociaciones, solo 12 lograron aumentos por encima de la inflación (alimentación, azucareros, docentes -3 actividades-, empleadas domésticas, directivos ferroviarios, indumentaria, judiciales bonaerenses, publicidad, subtes y telefónicos), mientras que de los 25 sindicatos no oficialistas, lo lograron 17.
Por otra parte, de las 16 actividades que realizaron paros sectoriales, 12 consiguieron aumentos por encima de la inflación. De los sindicatos oficialistas, solo los docentes realizaron paro y lograron superar el impacto inflacionario. De los sindicatos no oficialistas, 11 realizaron paros por sus respectivas paritarias sectoriales y de ellos camioneros, aceiteros, droguerías, minoridad, carne, estaciones de servicio, gastronómicas, petroleros y laboratorios, consiguieron aumentos por encima de la inflación. Es decir, que entre ellos se encuentran los acuerdos que más comprometen la política del gobierno nacional en materia salarial.
Pero no se trata simplemente de una oposición entre los sindicatos oficialistas y no oficialistas. Los principales conflictos del año estuvieron motorizados por los sectores más combativos (aceiteros, suspensiones masivas y despidos en Techint, Siderca y automotrices, Donneley, entre otros). A julio de 2015, se han desarrollado al menos 457 conflictos laborales, cuyos principales motivos fueron reclamos por condiciones salariales (30%), condiciones de trabajo (29%) y por despidos y suspensiones a causa de la crisis (20%).
En suma, casi la mitad de los gremios ha negociado salarios que quedaron por debajo de la inflación. Ninguno de los sindicatos opositores plantea la necesidad de organizarse al menos en torno al problema salarial. Plegado al programa macrista con anterioridad a las elecciones, el moyanismo fundamenta su apoyo en la promesa de un aumento del mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias. En parte, el descontento de los trabajadores registrados también se manifestó en el plano electoral. El panorama que se vislumbra, ante el nuevo gobierno y el desarrollo de la crisis económica internacional, no parece ser superador. Tras años de pérdida del poder adquisitivo del salario, un primer paso sería contar con estadísticas que reflejen la realidad y la actualización automática de los salarios por inflación. Pero además, es necesario plantear la unidad a largo plazo de los trabajadores registrados peores pagos, los no registrados y los desocupados con aquellos en mejores condiciones, más allá de los intereses sectoriales y las relaciones con el poder político de turno.
*becaria CONICET y miembro del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales