Damián Bil
Nota en La Prensa, 30 de marzo de 2025
Como es costumbre en la Argentina, la clase política es experta en dar giros de 180 grados. Años atrás, cuando no estaban en la administración, el hoy presidente de la Nación y otras figuras de su entorno (el vocero presidencial y el diputado estrella de la provincia de Buenos Aires), señalaban que recurrir al FMI era sinónimo de fracaso. Hoy, esas mismas figuras salen a defender un posible convenio con el ente de crédito. Nobleza obliga, es algo que hicieron casi todos los elencos gobernantes desde mediados de siglo XX, con pocas excepciones, cuando la dinámica económica de crisis que atravesó el país obligó a pedir la escupidera. Tampoco es original presentar este posible convenio como algo distinto a los anteriores, como también declaraban las administraciones previas al recurrir al FMI, para fracasar luego en su gestión económica.
Lo que se sabe
Volviendo a la presente coyuntura, decimos “posible” acuerdo porque, hasta la fecha, hay pocas precisiones. El gobierno se entusiasma con algún tratado, del tipo de “Facilidades Extendidas”. Según el ministro Caputo, sería para saldar deudas por Letras Intransferibles, pasivo del Tesoro con el Banco Central. Aquí aparece un primer problema: aunque se diga que no aumenta la deuda neta, ya que la operación sería una movida contable de suma cero, como señalaron analistas se intercambia deuda bajo legislación nacional (de menor tasa y refinanciable) por deuda bajo legislación internacional con una tasa superior.
En segunda instancia, se renegociarían vencimientos, que suman poco más de 4.000 millones de dólares entre lo que queda de 2025 y 2026; y obtener algo para pagos de capital de ese año. Cabe señalar que, para el FMI, la Argentina no es un problema menor, ya que es el principal deudor, con poco menos de un tercio de su stock de crédito.
No obstante, el acuerdo no estaría del todo encaminado. El Fondo no emitió ninguna comunicación más allá de una entrevista de comienzos de marzo, donde una funcionaria informaba sobre “reuniones con las autoridades argentinas”. Por su parte, quedó en evidencia la urgencia gubernamental con la maniobra del DNU, aún en discusión, luego de escándalos y demoras parlamentarias. Es sintomático que el gobierno busque presionar mediante este mecanismo, con un documento que no brinda demasiadas precisiones, en lugar de enviarlo directamente al Congreso donde posiblemente se aprobaría. Todo el asunto evidencia que el gobierno está apurado por conseguir recursos como sea.
Lo que aparece de Fondo
Es claro que la discusión es por la búsqueda de dólares. La idea de usarlos para cancelar deuda interna entre oficinas del Estado es una excusa para otra intencionalidad. Como señalaron diversos especialistas, el verdadero objetivo es conseguir recursos para continuar la intervención en el mercado cambiario y sostener una sobrevaluación artificial del peso, en un esquema cuyos efectos ya vivimos en otros momentos históricos. El gobierno interviene continuamente en el mercado de los dólares denominados “financieros”, resintiendo las reservas. La meta es arribar a las elecciones de medio término sin grandes sobresaltos. El problema es que las fuentes a las que puede recurrir se van angostando. En comercio exterior, los números de enero arrojan dudas sobre la posibilidad de mejorar la performance de 2024. En el mes, el saldo comercial tuvo un pequeño superávit de 142 millones de dólares, 600 millones menor al del mismo mes de 2024. A su vez, manteniéndose el dólar blend, se pierden divisas por esa canilla, reduciendo el superávit de la cuenta previa. Otro elemento de drenaje se encuentra en la cuenta turismo, donde el emisivo fue tres veces mayor que el receptivo. El gobierno, urgido, recurre al FMI para obtener ese salvavidas que le permita llegar a octubre con aire.
La política internacional, contra Milei
El Gobierno, con su ejército de apologistas informáticos, sugiere que el clima internacional está a su favor, después del triunfo de Trump. Pero la realidad es más compleja. El actual escenario es bastante diferente al de la Convertibilidad. Por un lado, no se ven capitales desesperados por invertir en el país. El “carry trade” no lo hacen capitales del exterior, sino nacionales. La perspectiva se presenta con escasa inversión extranjera en el corto plazo (el RIGI por ahora no dio demasiado resultado), con el paulatino agotamiento del efecto blanqueo, el condicionante del cepo para la radicación de capital, entre otros. La idea de que Trump va a dar apoyo incondicional es discutible por varios motivos. Por un lado, el propio Donald tiene abierto un frente interno, con una desconfianza creciente por parte del establishment yanqui. Asimismo, está en medio de otro capítulo de la guerra comercial, no solo con China sino con varias economías relevantes. Si bien EE.UU. lleva la voz cantante en el FMI, hay otros jugadores de peso. Resta por ver si estos países, como el staff del organismo, van a responder a Trump, en caso de que el mandamás argentino tenga alguna importancia para su extravagante colega norteamericano. Si nos guiamos por el affaire de los aranceles, parece no tener demasiada. O Trump no tiene como prioridad la ayuda a Milei, o el FMI no está acatando al blondo mandatario, ya que el acuerdo es, por el momento, solo intención.
Lo que parecía una autopista calma hacia las legislativas, en pocas semanas pasó a convertirse en un camino pedregoso. El ascenso de Trump pone una incógnita, porque se desconoce cómo puede decantar su batería de políticas: un dólar depreciado podría beneficiar a la Argentina frente a otras economías, hasta que el resto decida devaluar. Si las hostilidades en Ucrania se morigeran y los precios de los commodities descienden, se puede sumar un problema. Lo mismo si ocurre una suba generalizada de aranceles; todos mecanismos que pueden impulsar un vuelo a la calidad, situación en la que mercados como la Argentina no se llevan la mejor parte.
En este contexto, el tira y afloje y la resolución del acuerdo es una cuestión política: cuál será el límite que le impondrá el Fondo a la Argentina. Es decir, si le facilitará recursos frescos y con qué fluidez y plazo. El gobierno espera recibir el grueso antes de octubre, mientras el FMI parece guardar cautela, exigiendo ciertas medidas para que el mismo Ministro que pidió el préstamo de 2018 no se “patine” esta nueva inyección.
Lo cierto es que nos acercamos a la fase decadente del plan económico. El gobierno armó una estrategia para contener la inflación hasta las elecciones de medio término con un ancla cambiaria. Logró un control relativo, que en realidad mantiene la inflación en casi 70% interanual en medio de una recesión feroz, y en un contexto de atraso cambiario cada vez mayor. El gobierno está corriendo una carrera contra la inflación, y su apuro es por llegar a octubre sin sobresalto, lo que no parece asegurado. Ese nerviosismo explica por qué las críticas o los errores no forzados comienzan a hacer mella, en un contexto apremiante.
El FMI aparece como gendarme para, al menos, llegar a octubre. Más allá de eso, parece evidente que nos encontramos en vísperas de un cambio de timón, ante el agotamiento del plan. La situación debería hacernos reflexionar sobre los problemas generales del capitalismo argentino, y cuestionarnos (otra vez) si encontraremos salidas con políticas que no dieron resultado en reiteradas ocasiones. Quizás sea hora de pensar en algo radicalmente distinto.
ec07 La Prensa Damian