La Guerra Fría K.
Por Guido Lisandrello. Historiador, becario del Conicet y miembro del CEICS.
Hacia mediados de 2013, Milani era propuesto como jefe del Ejército. El movimiento realizado por Cristina no podía sino calificarse como audaz, pues tiraba por la borda su discurso sobre los derechos humanos. Una política que fue, y sigue siendo, una de sus bases de legitimación. Y sin embargo, hasta el día de hoy, el kirchnerismo no le soltó la mano al general. La designación al frente del Ejército de un elemento que participó de la represión en la última dictadura pone en evidencia algo más que lo poco que le importan al Gobierno los DD.HH. Fue un anticipo de la nueva etapa política que salió a la luz con la muerte del fiscal Nisman.
Nacido en la provincia de Córdoba, en 1954, César Santos del Corazón de Jesús Milani egresó del Colegio Militar en 1975. Durante 1976 y principios de 1977 fue destinado al Batallón de Ingenieros de Construcciones 141 con sede en La Rioja, pero partió en comisión a Tucumán. Allí se desarrollaba el Operativo Independencia que, comandado inicialmente por Acdel Vilas y luego por Antonio Bussi, buscaba aplastar a la Compañía Ramón Rosa Giménez del PRT-ERP. Ni lerdo ni perezoso, apenas se dio a conocer la información, Milani se defendió alegando que su labor había sido construir y pintar escuelas. Pero su legajo tiró abajo su relato.
En primer lugar, fue asignado allí en calidad de Subteniente Especializado en Inteligencia. Si Milani comenzó a hacer carrera en el área de inteligencia en los 70, es porque conscientemente decidió incorporarse al aparato represivo del Estado. Por aquellos años los oficiales de inteligencia eran responsables de los interrogatorios y las torturas para conseguir información de los militantes revolucionarios. En segundo lugar, se lo encontró involucrado en la desaparición del soldado conscripto Alberto Agapito Ledo quien fuera su asistente en Tucumán.
Ocultada tras la rúbrica de “deserción”, la maniobra se hizo evidente por una contradicción insalvable: el acta de deserción fue firmada por Milani el 29 de junio, horas antes de que se elevaran las actuaciones. En tercer lugar, el informe de la Comisión Provincial de DD.HH. de La Rioja recogió el testimonio de Ramón Alfredo Olivera, quien fue detenido el 14 de marzo de 1977 por suboficiales del Batallón de Ingenieros 141. Olivera reconoció que fue el propio Milani quien lo “hostilizó” mientras declaraba, luego de permanecer recluido en un CCD. Alvaro Illanes y Luis Gómez, también detenidos en 1977, lo ratificaron. Pero el polémico pasado de Milani no se agota en los 70. El retorno de la democracia lo encontró formando parte del tristemente célebre Batallón 601, del que el kirchnerismo también reclutó al burócrata sindical de la Uocra, Gerardo Martínez.
Milani tiene un nutrido currículum en el área de inteligencia, una labor que asumió desde los 22 años y que desempeñó en tiempos en que dicha tarea era una necesidad acuciante. Es un excelente personal político en lo que refiere a tareas de espionaje. Y el kirchnerismo ha sabido recompensárselo. Su designación apunta a la construcción de un aparato de inteligencia adicto, indispensable para las batallas actuales. La muerte de Nisman puso de manifiesto la fractura en Inteligencia, un espacio vital del Estado: los históricos aliados K, Stiuso y Nisman, se alineaban con la oposición y había que reemplazarlos con un nuevo personal fiel (Parrilli y Milani). El curioso robo en la vivienda de Massa reveló que el espionaje interno es una herramienta política y que es usado para resolver la lucha con la oposición. Pero más importante aún, muestra un fortalecimiento del poder de infiltración y represión del Estado, como garante general de los intereses de la minoría que nos gobierna. Junto a la Ley Antiterrorista y el Proyecto X, evidencian que la burguesía como clase se prepara para un escenario de enfrentamientos sociales que seguramente estallarán cuando la caja no permita ya taparlos bajo la alfombra.