Por Nadia Bustos*
Los ataques en Francia tienen que ser puestos en el contexto de la intervención en Medio Oriente. Este país forma parte de la coalición liderada por Estados Unidos, que está en guerra con ISIS por el control de Siria, un país sumergido en la descomposición. Mantuvo además un enfrentamiento con Rusia a partir de los bombardeos en el territorio. Hasta el momento se estima que hay más de doscientos cincuenta mil muertos por el conflicto sirio y cuatro millones de refugiados. Desde el inicio de la contienda fueron registrados 2804 bombardeos en Siria y otros 20 en los días posteriores al atentado. La guerra implica, sólo para el país norteamericano, un costo promedio diario de 8,3 millones de dólares. Rusia gasta 4 millones cotidianamente para sostener los bombardeos. Gran Bretaña, por su parte, ya lleva gastados 122 millones. Los atentados de París son un acto más de una guerra que despilfarra recursos de su población para matar civiles tanto en Francia como en Siria.
La crisis siria comenzó mucho antes que la guerra civil, dentro de una experiencia nacional fallida. El régimen de los Assad, iniciado en 1963, vino acompañado de una profunda represión al movimiento popular. Luego de atravesar una diversidad de alianzas, que van desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hasta los Estados Unidos e Israel, sin dejar de lado a Irán, a fin de 2010, este régimen enfrentó una serie de protestas que derivaron en un levantamiento general, en medio de lo que se llamó Primavera Árabe. Ante la crisis, Assad, apoyado por Rusia, respondió sacando el ejército a la calle. Un año después, el descontento se extendió en todo el territorio y se exigió la renuncia del Gobierno. Sobre esa crisis intentan intervenir las diferentes potencias para profundizar la descomposición.
Estados Unidos y sus aliados del Golfo, Francia y Gran Bretaña, querían terminar con el régimen aliado al bloque opositor, es decir, Irán-Rusia-China. En un principio coordinaron la intervención para el derrocamiento de Assad a través del Ejército Libre de Siria (FSA) y entrenaron combatientes en terrenos jordanos y saudíes. Sin embargo, esa fuerza fracasó.
La aparición de ISIS llevó a una disputa por el dominio del territorio, los recursos en manos de Assad y los distintos grupos rebeldes. En un contexto de guerra civil, el Estado Islámico logró hacerse rápidamente con campos petroleros y refinerías. Se estima que el régimen de Assad compraba petróleo a ISIS desde 2013 y gas desde 2014. En 2014, la organización controlaba el 60% de la producción de petróleo del país. Actualmente, controla además ocho centrales eléctricas, tres instalaciones hidroeléctricas y la mayor planta de gas. A esto se suman los campos productores de algodón, donde la organización maneja las tres cuartas partes de la producción total. A esta altura, queda claro que esta organización se propone reconstruir el Estado a partir de los restos que quedan de la crisis y la guerra civil.
Frente al crecimiento del ISIS, en septiembre de 2014 una coalición liderada por Estados Unidos comenzó los bombardeos aéreos en el territorio sirio. La intervención buscaba devolver el control de las explotaciones gasíferas y petroleras que antes estaban en manos de capitales extranjeros. Francia llevó adelante los primeros ataques en Siria el 27 de septiembre pasado. Rusia no demoró en sumarse a la contienda. Los objetivos rusos fueron, por un lado, las posiciones del ISIS y, por otro, la de los grupos aliados a la coalición liderada por Estados Unidos. Siria representa para Rusia algo más que un aliado. Los rusos tenían inversiones en el sector petrolero y gasífero. Además poseen allí la base militar de Tartus, única en el extranjero. Ambas potencias mantuvieron un enfrentamiento que buscaba debilitar el avance de la otra y, por lo tanto, el control del territorio.
ISIS controla los recursos que anteriormente se disputaban los capitales extranjeros. La formación de una coalición internacional para combatirlo abre la posibilidad de erosionar las posiciones de los distintos bloques en pugna. La descomposición del Estado en Siria llevó hacia una debacle generalizada de la sociedad, donde ninguna de las fuerzas logra imponerse. Estados Unidos comenzó a desplegar tropas propias, como Francia, ante el agotamiento de la estrategia de armar un ejército de liberación. Hasta el momento, las masas de la región sirvieron de base para las distintas fracciones en lucha. La única solución posible es la organización independiente, con la perspectiva de reconstruir ellos mismos, y a nivel regional, nuevas relaciones a partir de sus propios intereses.
*La autora integra el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales, donde se desempeña como investigadora del Grupo de Análisis Internacional