Nunca es triste la verdad
Stella Grenat
Historiadora, investigadora de Razón y revolución.
Tal como dice Juan Matteo, José Ignacio Rucci era un hombre del peronismo, e hizo todo lo posible por lograr el regreso del líder proscripto. Pero ahí se acaban sus aciertos.
El 10 de octubre, Juan Matteo, referente del Frente Nacional Peronista de la Ciudad de Buenos Aires, publicó una crítica a mi artículo sobre el caso Rucci. En él me acusa de “maliciosa” y de “canalla” por vincular a Rucci y a Perón con López Rega, argumentando que el líder sindical, lejos de los crímenes perpetrados por la Triple A, era un “hombre del peronismo” y “expresión de los trabajadores organizados” que respaldaron el regreso de Perón y acompañaron el modelo triunfante en el ’73. Me acusa además de ignorante, por desconocer en profundidad todo el proceso y por confundir régimen con un gobierno elegido democráticamente por el pueblo.
En efecto, tal como dice Matteo, Rucci era un hombre del peronismo, e hizo todo lo posible por lograr el regreso del líder proscripto. Pero ahí se acaban sus aciertos. En primer lugar, debe quedar claro, más allá de lo que diga un militante orgánico, qué es el peronismo. No tenemos espacio para explayarnos como lo requiere semejante pregunta, pero nos contentamos con señalar lo que distingue al movimiento creado por el General: estructurar una organización política que logre conciliar los intereses de obreros y patrones. Es decir que Rucci integraba una organización que, al igual que hoy, intenta armonizar los intereses antagónicos de la burguesía y la clase obrera. Sin embargo, este objetivo político no se realiza en el aire, sino que se encuentra determinado por el movimiento del capitalismo argentino y la dinámica de la lucha de clases. Y la Historia nos ha dado ya muestras de lo que es capaz el peronismo en momentos de un relativo crecimiento económico, y de lo que puede llegar a hacer cuando tanto su hegemonía como la reproducción del sistema capitalista se encuentran jaqueados por el avance de los trabajadores.
Matteo puede acusarme de lo que quiera, pero va a tener que escribir varios libros para demostrar que son falsas las miles de páginas que explican que Perón no volvió, de la mano de Rucci, a llevar a la Argentina al socialismo. Ni tampoco lo hizo para devolverles a los trabajadores sus tan merecidas conquistas. El “tirano prófugo” regresó de su exilio para poner orden. Y poner orden significaba, fundamentalmente, detener el proceso revolucionario, encabezado por la clase obrera, que había comenzado con el Cordobazo, en 1969. Y Rucci fue, como acepta Matteo, parte fundamental de la puesta en marcha de este “Termidor” peronista.Los hechos que se sucedieron son de público conocimiento: el gobierno peronista desató una feroz represión, no sólo contra la “izquierda” del movimiento, sino también contra las fracciones obreras y pequeño-burguesas que tendían a confluir en su lucha por una salida revolucionaria. Más allá de que es poco serio sostener que la dirección del peronismo, a saber, el propio Perón, su secretario privado López Rega, y el líder de la CGT, José Ignacio Rucci, actuaban independientemente uno de otro, poco importa para lo que objetivamente ocurrió: el peronismo en el poder, a través de la actuación criminal de las AAA, liquidó a sangre y fuego a los obreros que luchaban por sus intereses.En el caso de Ezeiza, vale la pena recordar que el Comité de Recepción estaba integrado por la Juventud Sindical, que respondía a Rucci, y cuya creación fue aprobada por Perón desde Madrid y ratificada por el Consejo Superior Peronista, en noviembre de 1973. También participó el Comando de Organización (CdO), de Alberto Brito Lima y Norma Kennedy; el Comité de Orientación Revolucionario (COR), de Iñiguez y los nucleados en torno a la futura Triple A. Entre estos últimos, junto a López Rega, ya ministro de Bienestar Social, se irá consolidando un grupo con un frondoso prontuario, que se esfumará cuando todos ellos sean reconvertidos a nuevas funciones por “el Brujo”: el coronel (RE) Jorge Manuel Osinde (secretario de Deportes y Turismo), Alberto Villar (comisario) y Morales (jefe de la custodia de Bienestar Social), Rodolfo Almirón Cena (responsable de la seguridad de Isabel), Luis Margaride (subjefe de la Policía Federal) y Julio Yessi (presidente del Instituto Nacional de Acción Cooperativa), por señalar a los más destacados. Como vemos lejos de desconocer a los perpetradores de la represión de Ezeiza, la gestión presidencial de Perón los contuvo como funcionarios públicos. Frente a este escenario, es completamente ridícula la afirmación de Matteo de que Montoneros (y el resto de los sectores en lucha) deberían haber abandonado el combate debido al triunfo de la “voluntad popular”. Semejante aseveración nos habría dejado indefensos frente a gobiernos como el de De la Rúa y Cavallo, obligándonos a actuar políticamente sólo cada cuatro años, cuando las elecciones así lo disponen.Naturalmente, la clase obrera y el pueblo no razonan como Matteo, y salen a la calle cada vez que sienten que sus intereses no están siendo respetados. Son esas movilizaciones las que cubren las calles para luchar por la aparición con vida de Julio López y por la cárcel para los responsables materiales y políticos del crimen de Mariano Ferreyra. Son los que siguen luchando para que, frente a la crisis mundial que acecha, no vuelva a repetirse la derrota de los ’70.