Pagar para pedir
Juan Kornblihtt
Por el déficit externo, el gobierno necesita conseguir dólares. Desde 2008, se puso en evidencia que ya no alcanza la transferencia de ganancias extraordinarias provenientes de la renta agrícola para sostener los subsidios a los capitalistas. La única fuente de dólares extra disponible es la que puede provenir de un nuevo ciclo de deuda externa. El problema es que si Argentina no termina de resolver su default, la disponibilidad de créditos externos es a una tasa de interés muy alta. En síntesis, para poder endeudarse es necesario que el gobierno arregle con sus acreedores viejos. Pagar poco ahora, para pedir mucho y que el problema venga después.
En general, cuando se habla de pagar la deuda no se trata de una transferencia inmediata, sino de la emisión de bonos para pagar a futuro. Hacerse cargo a largo plazo de las deudas actuales para recibir plata en el corto plazo que a su vez incrementan la deuda a futuro. Este mecanismo de hipotecar el futuro para zafar del presente se implementa en forma sistemática desde 1975. Cuando se hace evidente que ni el Estado ni las empresas están en condiciones de afrontar sus deudas, esta burbuja estalla, como en el 82, el 89 o el 2001. ¿Por qué estalla la crisis de la deuda? Porque los capitales que acumulan en el país (tanto nacionales como extranjeros) son en su mayor parte ineficientes en términos internacionales e importan más de lo que exportan y por lo tanto no obtienen dólares para afrontar los vencimientos ¿Por qué en cada ocasión vuelve a relanzarse el endeudamiento? Porque se le ofrece al capital transformaciones que le permitirán ganar más plata en lo inmediato y porque se supone que el Estado tendrá cuentas fiscales ordenadas que le permitirán afrontar los pagos. Por ejemplo en el 76, la promesa era que se iba a liberalizar la economía y bajar los salarios a sangre y fuego para garantizar la rentabilidad empresarial. El nuevo ciclo fuerte de endeudamiento vino con Menem, a cambio les ofreció la privatización de empresas que abría nuevos negocios a la vez que achicaba los gastos del Estado. Un nuevo boom de endeudamiento, hasta que a fines de 2001 otra vez se hizo evidente que la deuda era impagable.
Con el default, la deuda externa dejó de crecer y, es más, se redujo con pagos sin contraparte en nueva deuda. Mientras los militares y Menem no pagaban la deuda, Kirchner sí gracias a la fuerte suba de las materias primas junto con niveles salariales muy bajos producto de la devaluación de 2002. Pero el escenario empezó a cambiar. La necesidad de pedir se hizo cada vez más fuerte. Para eso, había que acordar con los acreedores pendientes y salir del default. En los últimos meses, el acuerdo con el Club De París junto con el pago a Repsol mostraba que todo iba encaminado a cerrar el conflicto externo para que la Argentina vuelva a pedir plata. De esa forma, patear una vez más la pelota para adelante. Pero el fallo del juez Griesa puso un parate a esa estrategia.
Frente al revés judicial, la voluntad del gobierno de acordar con los buitres se ve en que se sentó a negociar y que está dispuesto a pagarle con bonos al 100% del valor nominal de sus títulos más los intereses. El problema no es tanto con ellos, sino la posibilidad de que los acreedores que aceptaron la reestructuración de deuda exijan el cumplimiento de la cláusula RUFO que obliga al Estado argentino a pagar el mejor precio a todos. Por eso el gobierno apuesta a dos escenarios: o a que el pago a los buitres aparezca como no voluntario y así escaparle a la cláusula o patear el pago a después de diciembre cuando vence la cláusula RUFO. Porque pese a su discurso nacionalista, el gobierno afronta todas las deudas. La hace urgido por la necesidad de conseguir dólares para afrontar la crisis. Por eso más allá de discursos encendidos, la voluntad es acordar para poder pedir. El problema es si puede lograrlo o no.
¿Qué escenario se abre si la Argentina logra un nuevo ciclo de endeudamiento o si no lo logra? Para responderla, hay que preguntarse ¿a dónde va a ir a parar la deuda? Como ocurrió en los ciclos anteriores de endeudamiento externo, a financiar empresas ineficientes que tarde o temprano no podrán pagar esas deudas y la única alternativa que tendrán para ofrecer son despidos y baja salarial. La deuda tiene la función de posponer la crisis pero no de evitarla. Por lo tanto si se consigue nueva deuda, la crisis será menos fuerte en lo inmediato. Pero, dado que se acumulan problemas a futuro, será más grande hacia adelante. Si no logran acordar y no consiguen algún préstamo por fuera del mercado, la crisis que ya estamos viviendo se agudizará. Como vemos, esta nueva crisis de la deuda es la crisis causada por los mismos a quienes se les da esa plata. Si su ineficiencia es la causa de la crisis, el problema entonces no es pagar o no pagar, sino cómo enfrentar de una vez por todas a los culpables de que cíclicamente tengamos que pedir y que cuando no puedan pagar descarguen sus quebrantos sobre los obreros.