Poco más de un año atrás intermediarios estadounidenses compraban aviones cargados de productos sanitarios en los aeropuertos chinos y se los arrebataban a quienes habían hecho los encargos. No era una tregua en la guerra comercial entre EEUU y China, sino la expresión de su real carácter, lograr el máximo beneficio económico. Es el carácter real del nacionalismo. Cuando se dice la vacuna china, la vacuna rusa, la británica, esos nombres cargan al gentilicio de un valor positivo. De la misma manera que se pinta de un oscuro color a China. Manaos o Sudáfrica cuando se les atribuyen cepas más mortales y contagiosas. Sin embargo, conviene tener mucho cuidado con el significado del nacionalismo y la palabra soberanía inclusive, relacionados con la cuestión sanitaria.
La pandemia nos exige acceder a una solución posible, que es la vacunación masiva. Y ha expuesto de manera cruda que la única soberanía nacional en juego es la referida a la acumulación de los capitales que se asientan en cada territorio. De la misma manera que los habitantes de esos territorios lejos de ser el elemento central de esa soberanía ocupan claramente un lugar subsidiario.
Que la población no es importante lo evidencia el hecho de que no puede informarse. En este país lo referido a las vacunas, es decir, lo que incumbe a la vida de millones debe ser inferido porque el gobierno no da publicidad a sus actos amparándose en la ley 27.573 y en las cláusulas de confidencialidad que le son permitidas. En el país sólo ocurre de manera exagerada lo que también ocurre en el resto del mundo, donde la población no puede acceder a los acuerdos y, fundamentalmente, los precios y plazos de entrega, realizados entre los gobiernos y las empresas.
Con 1000 millones de dosis aplicadas y otros miles de millones más de dosis de vacunas comprometidas se puede tener un panorama de la circulación de vacunas en el mundo. De estos números se deducen algunas conclusiones. Si bien es cierto que existe una gran desigualdad y un manejo geopolítico de las vacunas, también es cierto que las vacunas son un producto comercial a la venta en el mercado y que los países en los que se ubican las empresas productoras no han impedido que se realicen exportaciones hasta terminar la propia vacunación, sino todo lo contrario. Por un lado, esta distribución muestra una gran desigualdad del 43% de la población vacunada en América del norte al 27% europeo, pasando por el 16% de América del Sur hasta el inadmisible 1,2% de África. Pero, por otro lado, dado que las vacunas incluyendo todos eslabones de la cadena de valor, son producidas en un puñado de países, y teniendo en cuenta que estos mismos no han completado la vacunación de su población y que la mayoría ni siquiera tiene comprometidas dos dosis para el 70% de la misma, queda claro que el único valor en juego en la geopolítica de las vacunas es la acumulación del capital en un territorio dado.
Tomemos el caso de India en donde el Instituto Serum, el mayor fabricante mundial de vacunas, acordó con AstraZeneca la producción de la vacuna desarrollada por la empresa británica con la Universidad de Oxford. Desarrollando la producción antes de tener la seguridad sobre la efectividad de la vacuna, la empresa india tomó un riesgo empresario en interés de las esperadas ganancias. La vacuna que circula en el mercado con el nombre Covid Shield es una de las que se aplica en nuestro país. Sin embargo, las noticias alarmantes que llegan de la India, donde se aceleran los casos en un país que supera largamente los 1000 millones de habitantes, contrastan con el bajo número de personas que han recibido la vacuna en el país (8,7%) y con el hecho de que esa vacuna se aplique en un lugar tan lejano como Argentina. O sea que muy por arriba de la geopolítica y del interés en la salud de la población del país, lo que determina la acción de las empresas y los gobiernos es la acumulación de las primeras, de acuerdo a las reglas de la oferta y la demanda.
La sociedad argentina ocupa hoy el puesto 50 en porcentaje de dosis administradas (16%) pero el 60 en porcentaje de vacunaciones completas (1,9%) y sus 7 millones de vacunados son superados en números absolutos por otros 21 países. Además, los mil millones de dosis administradas hasta ahora han llegado a 150 países, no sólo a los que las han desarrollado, sino que todos los países sedes de los desarrollos han permitido su exportación aun antes de vacunar a la población residente en su territorio. Por otro lado, los países importantes de la región han comprometido la llegada de dosis por arriba de su número de habitantes. Brasil 141%, Chile 219%, Perú 183%, México 129%, dejando a la Argentina muy lejos con el 69%. En parte gracias a una estrategia diversificada en opciones: Mexico tiene acuerdos con 10 empresas diferentes, Brasil y Perú con 7, y Argentina sólo con 4.
Esta cruda expresión del funcionamiento del capital cuyas caras son las compras con sobreprecios en los aeropuertos chinos y las ventas aún cuando la población local no se encuentra vacunada se refleja en nuestro país en que más de un año después del inicio de la crisis escasean sedantes para las intubaciones y el oxígeno. Un sistema cuyo único incentivo es la ganancia no tiene sensibilidad, pero tampoco tiene cerebro, carece de plan y de racionalidad.
La producción farmacéutica en la frontera tecnológica incluye una cadena de tal precisión y complejidad que los insumos no se buscan en el mercado, sino que se contratan de manera específica cada uno de los eslabones que debe ensamblar perfectamente con los otros. Desde la investigación básica hasta la producción a granel, desde los ensayos clínicos que permiten su validación, hasta el envasado en condiciones de esterilidad y estabilidad muy delicadas. Las vacunas, en este caso, que llegan a nosotros a través de un pinchazo casi imperceptible en el brazo que incluye, también, desarrolladas y delicadas agujas. Semejante ensamblaje se encuentra con imprevistos de manera bastante frecuente. Resultados no deseados del mecanismo investigado o un nuevo dato que hay que chequear proveniente de los ensayos clínicos demoran o detienen el avance de la futura vacunación o incluso hacen fracasar todo el proyecto como ya ha ocurrido con 4 candidatos a vacunas el año pasado.
Por eso teniendo en cuenta el atraso y la parcialidad de la vacunación de nuestra población, las promesas exageradas previamente (10 millones de vacunados entre enero y febrero ) y el amplio margen de imprevistos e inconvenientes en el desarrollo de productos tan novedosos y sofisticados, la acción más adecuada para los intereses de la población Argentina es suprimir la presencia líder en todo el territorio evitando la circulación innecesaria de alumnos padres y docentes cuando llega la ola de frío que ya probó ser la mejor aliada del virus. Y, en segundo lugar, apelar a la mayor amplitud en la búsqueda de ventas y compromisos de provisión de vacunas de todas las que están aprobadas en el mundo. Incluyendo como una opción más las que puedan aportar la cadena Gamaleya, Hetero, Richmond, como las que debe proveer la otra cadena que compite con esa, la de AstraZeneca, mAbxiencie, Liomont.
Para los trabajadores argentinos nada importante se pone en juego en la disputa entre estas dos cadenas de capitales en competencia. Lo importante es que lleguen al país suficientes vacunas y lo suficientemente rápido para detener la escalada de la enfermedad y la muerte.