Semillas de maldad.
Como se organiza el sistema de explotación
Artículo publicado en Página/12 el 5 de enero de 2011
Las duras condiciones de explotación de los trabajadores rurales temporarios –hechas notorias por el caso de la firma Nidera en San Pedro– responderían a un sistema por el cual, desde la provincia de Santiago del Estero, miles de hombres parten a servir a empresas en distintos puntos del país. Investigaciones a las que accedió Página/12 permiten trazar el siguiente cuadro. Se beneficiarían de este sistema las grandes productoras de semillas: “Cargill, Monsanto, Adecoagro, Dekalb”, según estas investigaciones, y desde luego Nidera. Un eje de la explotación en estas empresas sería el “puntaje por cuadrilla”, en el que la colectivización de los castigos lleva a que los mismos trabajadores controlen el rendimiento y la disciplina. En cuanto al reclutamiento, la principal organizadora sería la firma de trabajo temporario Manpower. La mayor parte de la población de Atamisqui, Loreto y otras localidades santiagueñas, “las más pobres”, debe entregarse a estos trabajos, mediante “un dispositivo que manejan los intendentes y comisionados rurales”. Todavía peores –“en negro”– serían las condiciones de estos trabajadores cuando, para empresas nacionales, van a cosechar en Entre Ríos, Chaco, Formosa, Catamarca, La Rioja, Salta y otras provincias.
La investigación “Los obreros santiagueños en el desflore de maíz. Proceso y condiciones de trabajo”, de Agustina Desalvo –en Anuario 2009 del Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales (Ceics)– explica que “el desflore consiste en quitarles la flor a las plantas hembras”, lo cual es necesario para “la producción de semillas híbridas, que se destinan mayormente a la exportación; es una actividad en ascenso desde la década de los ’80. Una de las principales empresas que se encargan de reclutar trabajadores es Manpower, a través de Ruralpower. Tiene oficinas en Santiago del Estero desde donde se pone en contacto con los ‘cabecillas’, que juntan a los peones golondrina, y con el capataz general, que coordina las cuadrillas. Los trabajadores son reclutados para las grandes empresas productoras de semillas: Monsanto, Adecoagro, Dekalb; son trasladados en micros y acampan en la zona hasta que termine el desflore, que dura entre 20 y 30 días”.
La jornada de trabajo –según la investigación de Desalvo– dura como mínimo nueve y puede extenderse hasta 14 horas. El salario en algunas empresas “no llega a los 60 pesos por día”; en otras, “entre 65 y 70”. También, “la hora cotiza según los puntos obtenidos por la cuadrilla, en una escala de uno a 10. Esto funciona como mecanismo de control, pues para obtener el mejor puntaje es necesario haber rendido y no haber emitido queja alguna”.
“A veces –continúa la investigación– el pago final resulta inferior a lo pautado porque les descuentan lo que consumen en la proveeduría: jabón, cigarrillos, gaseosas; la proveeduría, que pertenece a la empresa, les vende a un precio más alto que el corriente. También se les descuenta el boleto del micro y –en algunas empresas– la vestimenta.” “A pesar de trabajar largas horas bajo el sol en pleno verano, la provisión de agua es insuficiente y deben beberla recalentada. ‘Encima –dice un trabajador entrevistado por Desalvo– las plantas son altas, tienen dos metros y vos vas en el medio y te asfixiás, no corre una gota de aire. Empezás a vomitar y te baja la presión’.”
En cuanto al alojamiento, “lo habitual son casillas rodantes para 18 personas, sin electricidad ni baños. No tienen permitido salir siquiera cuando ha terminado la jornada. Duermen apiñados. ‘A las casillas todo el día les da el rayo del sol. Te acostás ahí y te asás en vida’, dice un trabajador.” En la cobertura de salud, “resultan estafados porque para hacer uso de la obra social les exigen haber trabajado tres meses seguidos, lo cual resulta imposible pues nunca se los emplea ese tiempo. Sin embargo, la empresa les descuenta igual. Algo similar ocurre con las jubilaciones: deben superar los 90 días trabajados para que les consideren un año de aportes, algo muy poco factible”.
También investigó el tema Reinaldo Ledesma, sociólogo, ex consultor de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quien se reconoce como integrante del pueblo diaguita cacano, al que pertenecen la mayoría de los trabajadores migrantes santiagueños: “En los departamentos de Loreto y Atamisqui, el 90 por ciento de la población activa se dedica a esto; también hay muchos trabajadores golondrina en San Martín y en Figueroa, siempre coincidiendo con los mayores bolsones de pobreza. Los intendentes y comisionados rurales de estos departamentos han armado un dispositivo que sirve, a la vez, para propósitos electorales y como reclutador de mano de obra para esas empresas”.
“Si el trabajador no vota al candidato por el que debe votar, no lo llevarán a la próxima campaña de trabajo temporario. El voto secreto no existe allí: los sacan de la casa, los llevan al lugar de votación y los traen de nuevo, bajo absoluto control de quién vota a quién”, explicó Ledesma. “Loreto es la denominada ciudad-puerto, desde donde sale una población de unos 28.000 trabajadores golondrina.” Además de la desflorada de maíz, para las grandes cerealeras, estos trabajadores “son llevados a las cosechas de arándano, espárrago, aceituna, en Entre Ríos, Chaco, Formosa, Catamarca, La Rioja, Salta. En estos casos, se trata de empresas nacionales y la contratación es ‘en negro’”.
La actividad de los trabajadores rurales temporarios se rige por la ley nacional 24.248, que data de la última dictadura militar y cuyo artículo 84 –“Los diferendos que se suscitaren no podrán dar lugar a la paralización del trabajo”– les niega el derecho de huelga que garantiza la Constitución nacional. La investigación de Desalvo observa que “los trabajadores del desflore no se hallan organizados sindicalmente. La Uatre, que reúne a los obreros rurales, no ha hecho nada por ellos. El trabajo, al ser temporario y fuera de la provincia en la que viven, fomenta la dispersión y el individualismo”. En realidad, el poder de la organización colectiva, a través del sistema de puntaje por cuadrillas, es aprovechado por los patrones: “Cada trabajador se desespera por terminar rápido, en el riesgo de que su cuadrilla no llegue a los 10 puntos y, en vez de volver con 600 pesos por los 15 días de trabajo, por culpa de él vuelvan con 400 –observó Ledesma–. Se autoconvence de que fue por su lentitud, o por haberse quejado o haber protestado, que sus compañeros no van a cobrar. Esto es lo más doloroso”.